-------------------------------------------- |
|
-------------------------------------------- |
 |
-------------------------------------------- |
|
-------------------------------------------- |
 |
-------------------------------------------- |
 |
|
|
|
Otra vez: Senel Paz, el lobo y el hombre nuevo |
Por: Sigfredo Ariel |
 |
A propósito de una edición del cuento que dio origen a la película Fresa y Chocolate, dedicada a los estudiantes universitarios por el Instituto Cubano del Libro.
Hay que tener cuidado a la hora de hablar sobre Senel Paz porque es una persona muy famosa y algo irritable, también. No sé si alguien le ha calificado ya de voluntarioso. Nada tendría de particular. Por ejemplo: si recogiera en un libro todos los cuentos que ha venido escribiendo desde que era un muchacho, ahora sería un poco más célebre, pero como está claro que él suele hacer lo que desea, no lo que le conviene, hasta hoy no lo ha hecho, y quizás no lo haga nunca, si no quiere. Tampoco es hombre de escuchar consejos. Posiblemente, por la misma razón, mantuvo esperando por más de quince años a medio mundo por la aparición de su novela En el cielo con diamantes, que muchos pensaron arrancaría donde termina la historia de El lobo, el bosque y el hombre nuevo. Pero él decidió que no, tal vez, solo para contrariar. Pero estas líneas no tratan sobre la novela, editada hace poco por la editorial Oriente, sino sobre el cuento.
En alguna parte leí que El lobo, el bosque y el hombre nuevo es el texto cubano más fotocopiado de la historia, dato que no debe extrañar a nadie, porque cuando apareció en a principios de los años 90 en una edición muy sencilla, del tamaño que tienen las cuartillas dobladas en dos –tal vez algo más pequeño–, con dibujos de Zaida del Río, recuerdo que la gente que lo leyó quedó pasmada, y numerosas personas que habitualmente no leían (ni leen el periódico siquiera), buscaron el cuento y lo leyeron de una sentada. Porque es muy difícil dejarlo a la mitad. No conozco a alguien que lo haya abandonado o dejado sobre una mesa para terminarlo luego. |
|
|
¿
Y por qué los lectores del 90 ó 91 quedaron pasmados con este texto? En primer lugar, por ser inesperado. Críticos y leyentes –yo sólo soy lo segundo– tenemos la mala costumbre de creer que podemos vislumbrar cómo va a ser la próxima obra del escritor que leemos, hemos leído y creemos por eso conocer. Pues Senel Paz un buen día dijo Y ahora traigo mi voz para decirte… (como en una balada de los últimos años 60, época que él ha retratado de apasionado modo), y nos puso a todos dentro y fuera de la isla a meditar en cuestiones graves, muy serias, que tienen que ver con el destino del país, con el modo de ser de la gente del país, y con ese aliento que llamamos la cultura del país, que es un aliento nutricio. Por si fuera poco lo hizo a través de la mirada de David, especie de alter ego suyo, a quien habíamos conocido en varios cuentos anteriores y en una de las películas cubanas más vistas y gustadas, Una novia para David. Y lo hizo como suele hacer y decir las cosas Senel Paz: de la forma (aparencialmente) más natural del mundo.
Antes de que se publicara, cuando sólo de conocía de oídas (alguien siempre decía haber oído a su autor leerlo aquí o allá) El lobo, el bosque y el hombre nuevo viene suscitado comentarios y reflexiones por todas partes, tal vez porque su naturaleza sea la del diálogo; la de a partir del diálogo invitar a nuevos y cada vez más hondos, necesarios diálogos. También engendró discusiones y controversias que duran hasta hoy.
Es un cuento que comienza y termina en conversaciones, aunque no le faltan peripecias, desde luego, y su chiste cada cierto tramo (algunos agridulces, por cierto, porque así son también las conversaciones con Senel Paz). Me parece que el propósito fundamental de la historia que comienza con un encuentro turbador –el de David con Diego en una mesa de heladería– es sobre todo hurgar en quiénes somos y qué hacemos aquí; cuáles cosas y razones reúnen y apartan a la gente semejante y desemejante en Cuba. Tales interrogaciones –que al inicio parecen que no van a rebasar los lindes de la anécdota– se meten casi de inmediato, a veces sin advertirlo, en honduras y esencias; inquietudes, esperanzas y desesperanzas que alcanzan la Historia, la Política, o sea, dicho de una vez: se hunde en la Cultura, que es la suma de éstas y de otras muchas cosas.
Por eso la película Fresa y Chocolate fue un acontecimiento trascendente, en el justo sentido del término «acontecimiento trascendente» que es a menudo utilizado de manera festinada para calificar hechos que no lo son. Trascendente, primero, en Cuba donde pienso se ha comprendido y se ha de comprender mejor la película en su extenso alcance ético, que lo trae, no hay duda, de la página impresa, y que no sólo conserva viva actualidad, sino que invita a cada vez más nuevos diálogos. Por eso tanta gente se llamó por teléfono cuando la Televisión Cubana decidió por fin transmitirla una noche de éstas. Por eso una nueva edición (que va a desaparecer de manera casi instantánea, cuantas veces se haga) de El lobo, el bosque y el hombre nuevo es una muy buena noticia para la gente joven que lee, y para la que habitualmente no lee, incluso. Por eso Senel Paz tiene razón para sentirse ahora de lo más feliz.
La Habana, 19 de septiembre de 2008 |