De vuelta a la revista televisual Una calle, mil caminos en modo verano

De vuelta a la revista televisual Una calle, mil caminos en modo verano
Telefilme Maité Foto: Una calle, mil caminos en Facebook

En el universo mediático crecen las audiencias hiperactivas, cambiantes, cuestionadoras, incisivas. Lidera cierta dialéctica de la apropiación sustentada en la cultura, las tecnologías y el complejo proceso comunicativo. ¿Quién dice qué, cómo lo dice, para quiénes? En las redes y escenarios cotidianos aumentan barullos difíciles de comprender.

El escenario mediático es un epicentro de interacciones y continúa siendo punto de referencia para la tv tradicional. Les proponemos reflexionar juntos sobre la revista Una calle, mil caminos, pues durante el verano cautivó a públicos de diferentes edades.

Ocho telefilmes trataron temáticas y conflictos de notable impacto en adolescentes, jóvenes y adultos, pues implican el dolor ante pérdidas irreparables, la culpa, el suicidio, las desventajas sociales.

Sus honduras requirieron tratamientos científicos por parte de los creadores y lecturas críticas en el acto de ver lo ni siquiera imaginado en las pantallas pequeña y grande, pues se presentaron en salas cinematográficas de La Habana. Diferentes colectivos interiorizaron particulares puntos de vista, estéticas y concepciones dramatúrgicas y de puesta al participar en un proyecto que requirió largos procesos investigaciones, asesorías de expertos e indagaciones disímiles. Precisamente, esas miradas plurales abrieron caminos al conocimiento y a los saberes. Guionistas y directores consagrados demostraron talentos y magisterios, también creativos jóvenes asumieron los desafíos de idear y concretar cómo contar una historia.

Hubo notables aciertos, entre ellos los telefilmes Invisibles, de Amilcar Salatti y Magda González Grau y Árbol negro de los guionistas Charles Wrapner y María Isabel Nieblas, directora de la puesta. Los más jóvenes necesitan foguearse, desarrollar procesos investigativos, concretarlos en ideas propositivas y dramatúrgicas parlantes por su riqueza de contenidos y estéticas. De ningún modo se improvisa ese paso a paso necesario, ese tránsito de llevar adelante lo imaginado para expresarlo en narrativas ficcionales con buen gusto, exquisitez, y arte. Todo exige preparación, estudios, análisis; los apresuramientos violentan y frustran loables empeños.

En gran medida esta temporada propuso vías para contrarrestar la industria hegemónica del entretenimiento. Al privilegiar proyectos de códigos novedosos, valores formativos sin didactismo, jerarquías artísticas, buenas intenciones y deseos de transformar escenarios mediáticos, riquezas sígnicas, discursos verbales e icónicos dirigidos a las diversas audiencias.

Buena parte de las producciones patentizaron que el ejercicio creativo de la construcción dramática implica el constante manejo de los tiempos narrativos, el rigor del diseño visual, la densa introspección de actores y actrices, la cadencia, el tono al recrear personajes complejos como la propia vida.

Es imposible olvidarlo, filósofos y pensadores alertan sobre cómo la banalización amenaza con tragarse al mundo y ganarle la batalla a la inteligencia. En la TV nacional, de carácter público, la cultura debe protagonizar las emisiones sin omitir la polisemia del arte y el gusto estético, este se forma a partir de la niñez. Los destinatarios exigen lenguajes renovados en un mundo, donde las transformaciones propias de la modernidad instauran diferentes tipos de relaciones sociales, incluso la cultura tecnológica ya la prefigura y de ella la TV cubana es un eslabón esencial en la producción de interacciones comunicativas.

La revista televisual Una calle, mil caminos abrió caminos, planteó nuevas interrogantes; incluso incita, sí, en presente, a desarrollar temáticas y conflictos abordados en series aun por desarrollar. Pensémoslo.

Sahily Tabares Hernández

Dra. en Ciencias sobre Arte, periodista cultural y profesora‍ de la Universidad de La Habana.