Otra vez la alborada del primer día de mayo desborda la Isla de colores, alegrías y certezas compartidas. Otra vez la fecha convoca y une, alienta y compromete; enaltece la verdad de un país.
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Saber que esta edición del evento se ha querido dedicar a la música campesina y que tiene como país invitado de honor a Colombia, nos da mucho de qué hablar.
La ocasión, fue designada por primera vez por la Unesco en el 2011 y proclamada formalmente por la Asamblea General de las Naciones Unidas un año más tarde.
La celebración conmemora el nacimiento del coreógrafo, bailarín y estudioso de la danza Jean Georges Noverre.
Indiscutiblemente, bajo su liderazgo la Casa llegó a ser una institución de alcance internacional, con la convocatoria constante a artistas e intelectuales de distintas partes del mundo y el empeño de mantener los lazos culturales de Cuba con el resto de Latinoamérica. Haydée decía: “la cultura no está sólo en las cosas maravillosas que la integran; está también en el alma humana, es la mayor maravilla”.
Al cumplirse el primer año de su ausencia física, es imperativo recordar al musicólogo, investigador y profesor con mucho más que una semblanza biográfica. Sobre todo, por dejar una huella imperecedera, como defensor del alma y raigambre cultural de Cuba en todos los tiempos.
Ningún cubano de bien debe desconocer lo que significa, para la espiritualidad de Latinoamérica, esta institución, erigida en su Patria, a cuatro meses de haber triunfado la Revolución Cubana, y dada a unir, visibilizar y promocionar la cultura de la región.
A 27 años de su muerte, leer a Dulce María Loynaz sigue siendo sumergirse en un caudal musical, paciente y poderoso.