José Martí y la entrada al presidio

José Martí y la entrada al presidio
Foto: Granma

Frente al oprobio despertado por la reacción de España en su trato a los cubanos con motivo del alzamiento del Diez de Octubre y el Grito de Yara, la resiliencia y el posicionamiento de los intereses personales y nacionales de los connacionales que habitaban Cuba en la segunda mitad del siglo XIX vieron encontrados dos corrientes fundamentales en la conducción de los destinos del mayor archipiélago de las Antillas.

Abrigado por el sentimiento y el amor hacia la Patria, José Julián Martí Pérez estuvo en el lado de quienes soñaron una Cuba independiente.

Cuando el 4 de octubre de 1869 integrantes del Cuerpo de Voluntarios regresaron tras su paso por la calle Industria a la casa donde vivía Fermín Valdés Domínguez tras escuchar las risas y la conversación de los jóvenes allí reunidos, detuvieron a quienes se encontraban en la residencia. Tras el registro de la vivienda hallaron una carta dirigida a Carlos de Castro, alumno enrolado en el cuerpo de voluntarios y al cual se le convidaba a responder, habida cuenta del clima político que se vivía en Cuba.

En la carta, firmada entre otros por Martí, se le preguntaba si conocía el castigo en la antigua Grecia a aquellos considerados como apóstatas: “Compañero; ¿Has soñado tú alguna vez con la gloria de los apostatas? ¿Sabes tú cómo se castigaba en la antigüedad la apostasía? Esperamos que un discípulo del Sr. Rafael María de Mendive no ha de dejar sin contestación esta carta.”

En el círculo de atentos y abrigados, influenciado por su maestro, Rafael María de Mendive y por la insurrección iniciada por Céspedes, en la frente de las preocupaciones del joven Martí estuvieron su compromiso para con Cuba, más allá de las dádivas expedidas por quienes se vanagloriaban falsamente de prestar tal o cual servicio.

“El 21 de octubre fue detenido también José Martí. Durante el juicio, tanto Fermín Valdés Domínguez como Martí trataron de asumir la mayor responsabilidad en la confección de la citada carta.

“Más la vehemencia de Martí en sus argumentaciones hizo que el tribunal lo considerase el mayor culpable, de ahí que le impusieran la pena más severa”, afirma el periodista Víctor Pérez-Galdós Ortiz.

De las memorias de su tiempo en la cárcel nació El presidio político en Cuba, escrito en 1871 y redactado en España, adonde partió exiliado gracias a la mediación de su padre para aplacar la condena al joven de apenas diecisiete años. La significación de dicho testimonio no solo marcó una denuncia frontal al sistema colonial en la Isla, también demostraron la humildad, resolución y humanidad de su autor, que sería el responsable de darle forma a la lucha insurreccional y de darle la justificación en la que sería recordad como Guerra Necesaria.

Al decir de la periodista Rosa María Medina Borges: “(…) Martí pone de manifiesto toda su riqueza cultural y ética a pesar de su corta edad. Esta pieza rebela la solidez y la grandeza del hombre-escritor en que se convertirá pocos años después. A partir de este texto encontramos una maduración ideológica acerca de su concepción de la patria vinculada a valores políticos, humanos y morales que debían formarse a través de una labor ajena al odio y el rencor”.

“A pesar de su corta edad, Martí estaba consciente de sus responsabilidades ante la patria, lo mismo que frente a sus compañeros a quienes no quiso comprometer; pero el encuentro con la realidad de la prisión fue cruel, las imágenes del terrible lugar, maltratos y vejaciones a que eran sometidos los presos, entristecieron su corazón”, destaca la investigadora Rosa María García Vargas.

El trauma de una experiencia como esa, afirma, hubiera marcado a cualquier otra persona para el resto de su vida. En Martí tal experiencia estuvo marcada por la decisión de sobreponerse al dolor amparado en la necesidad y urgencia de la causa independentista.

“Frente al terrible sufrimiento del presidio (…) opuso un singular optimismo para luchar con el convencimiento de la victoria final; por eso escribió en este testimonio: `la noción del bien flota sobre todo, y no naufraga jamás´”.

Lázaro Hernández Rey