Un día para celebrar al piano

El Día Mundial del Piano se celebra cada año en el día 88 del calendario –el 29 de marzo (o el 28 en años bisiestos)–, una fecha simbólica que honra las 88 teclas de este instrumento universal.
Esta iniciativa surgió en 2015, con el propósito de promover el amor por el piano y su legado cultural, gracias a Nils Frahm, compositor y pianista alemán reconocido por su fusión innovadora de música clásica, electrónica y experimentación sonora,
El festejo incluye conciertos, talleres, clases magistrales y eventos comunitarios que invitan a pianistas profesionales y aficionados a compartir su pasión por la música y en especial la que se crea en ese instrumento.
Escuelas de música, teatros y espacios públicos se unen para destacar el rol del piano como pilar de la creación musical en géneros tan diversos como el clásico, el jazz, el pop y las tradiciones folclóricas.
Las raíces del piano se remontan a instrumentos antiguos como el clavicémbalo y el clavicordio, pero fue el lutier italiano Bartolomeo Cristofori quien, en 1700, creó el primero, al que nombró «gravicémbalo col piano e forte». Su gran innovación fue un sistema de martillos que permitía variar la intensidad del sonido, revolucionando la expresión musical.
En el siglo XVIII, surgió el piano de cola, diseñado para grandes salas de conciertos. La Revolución Industrial impulsó su producción en masa con mejoras técnicas, como cuerdas de acero y estructuras más robustas, consolidándolo como instrumento esencial en hogares y escenarios.
El piano ha sido la herramienta creativa de genios como Ludwig van Beethoven, Frederic Chopin y Franz Liszt, cuyas obras definieron la música clásica.
En Cuba, el instrumento encontró una voz propia gracias a maestros como, Ignacio Cervantes, pionero del nacionalismo musical; Manuel Saumell, entre los más importante del siglo XIX en Cuba por sus aportes; Ernesto Lecuona, creador de reconocidas piezas criollísimas; Huberal Herrera, excepcional intérprete; Bebo y Chucho Valdés, leyendas del jazz afrocubano; Frank Fernández, maestro insigne de la escuela cubana de piano; Jorge Luis Prats, otro virtuoso; Ulises Hernández, continuador de la enseñanza del instrumento; Rubén González, alma del Buena Vista Social Club; Frank Emilio Flynn, puente entre el filin y el jazz, los maestros José María Vitier, Ernán López-Nussa, así como Gonzalo Rubalcaba, Aldo López-Gavilán y Harold López-Nussa, referentes del jazz contemporáneo.
Hoy, el piano sigue siendo un símbolo de creatividad y educación musical. Desde salas de conciertos hasta producciones digitales, su versatilidad lo mantiene en el centro de la innovación artística. Cuba, con su tradición de virtuosos, sigue aportando al mundo figuras que reinventan su lenguaje.