Eugenio Rodríguez y su espiritualidad distintiva

La historia de la escultura cubana se escribe con nombres que encarnan creatividad y compromiso con la cultura nacional. Entre ellos destaca Eugenio Rodríguez Rodríguez (La Habana, 10 de mayo de 1917 – 21 de octubre de 1968), figura esencial cuya obra trascendió cánones para convertirse en piedra angular del arte nacional del siglo XX.
Formado en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, epicentro de la vanguardia artística cubana, aprendió de maestros como Juan José Sicre, pionero en la renovación escultórica del país. Dominó la talla directa en madera y piedra, aunque pronto rebasó los límites académicos.
Su consagración inicial llegó en 1944 con la exposición Presencia de seis escultores, donde presentó Mujer a caballo: una obra de volúmenes macizos y formas redondeadas que dialogaban con la estética rederiana* y su fascinación por la terracota. La pieza, hoy custodiada por el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, marcó su búsqueda de un equilibrio atemporal entre tradición y modernidad.
A finales de los años 40, el artista emprendió un viaje formativo por México y los Estados Unidos, donde absorbió técnicas modernistas que transformarían su lenguaje creativo. Tras su regreso a Cuba, en 1952, irrumpió en el panorama local con La creación, una obra en bronce encargada para el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba. Esta escultura, elogiada por la crítica como «excepcional», rompió con sus inicios figurativos mediante líneas dinámicas y juegos de luz y sombra, abrazando la abstracción sin perder su raíz cubana.
En la década de 1950, experimentó con hierro y orfebrería, dando vida a piezas como Fuga (hierro) y Abstracción (madera), en las la esbeltez y ligereza desafían la gravedad. Su estilo, ya alineado con la abstracción geométrica, mantuvo siempre un vínculo orgánico con motivos identitarios. Participó en exposiciones colectivas en la Universidad de Tampa y galerías mexicanas, consolidando una reputación que traspasó fronteras.
Su muerte prematura, a los 51 años, interrumpió una carrera en plena efervescencia creativa. No obstante, su obra sobrevive como testimonio de la coexistencia entre la tradición y vanguardia. Las esculturas que hoy comparten espacio con las de Rita Longa en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, no son solo arte: son símbolos de cómo la plástica dialogó con la arquitectura para definir el rostro cultural de La Habana.
Más que un escultor, Eugenio Rodríguez Rodríguez fue un innovador de las formas, desde las figuras robustas de los años 40 hasta las abstracciones metálicas de los 60, su trayectoria refleja la audacia de un artista que reinventó su lenguaje sin traicionar el pulso de su tierra.
*La palabra «rederiana» se refiere a la estética, estilo o influencia que Miguel Ángel Recuero y otros artistas asociados desarrollaron en Cuba, caracterizado por formas redondeadas y volúmenes macizos.