La libertad en ascuas… Martí en sus diarios

El 11 de abril de 1895 José Martí llegó a Cuba por Playitas de Cajobabo junto con Máximo Gómez y otros cuatro expedicionarios. Maceo había arribado a la costa norte de Baracoa el 1ro. de abril. Habían arribado los principales jefes de la contienda iniciada el 24 de febrero. La lumbrera intelectual de quien armado con una voluntad incorruptible conservó en su espíritu el sesgo de su amor a Cuba, pronto se enfrentó a un recorrido tempestuoso, apurado, en un recital entonado desde la convicción del deber ser y ante las urgencias de la gesta del 95.
Las preocupaciones y el ánimo de Martí se manifestaron en sus Diarios, concretamente en el Diario de Campaña y en el de Cabo Haitiano a Dos Ríos. En ellos no solo vemos al ser humano en él, sino también la intensidad aprehendida en vivencias que desbordaban los sentidos. Cual lícita premonición, en las páginas de sus escritos se confirma una vez más la altura intelectual del apóstol cubano, en sus últimos días con vida en este mundo.
Para la intelectual, filósofa y ensayista María Zambrano, tal escrito constituye un misterioso temblor del alma ante las cosas que parecen herirle:
“Pues ¿qué le ha pasado a un hombre que se deja herir con tanta paz y que alcanza tiempo para escribir esas miles de heridas que todas las cosas le infieren? […] se había vencido a sí mismo —que tal cosa es el sacrificio […] Por amor a la libertad vivió en una absoluta obediencia y sólo así se explica esa inocencia poética que lo acompaña en todos los momentos de su acción y que se hace nítida en el extremo de la pureza que es la simplicidad cuando va camino de su muerte, y acoge ‘la lluvia sufrida en silencio’”.
“Sin embargo, el entramado textual es profundamente moderno e impresionista y ha sido tejido con dedicación y sutileza, completado en sus espacios blancos con la palabra correcta o reescrito; ya que para el gran poeta cubano sus palabras podrían servir de apunte para relatar la historia futura”, destaca la investigadora Marisa Do Brito Barrote.
El 10 de mayo llegó al campamento de La Travesía. Contemplando el río Cauto, reflexionó sobre las visiones enfrentadas en la dirección de la guerra, lo cual daría múltiples ramificaciones para su desarrollo, interrumpido con su muerte, nueve días más tarde: “De Altagracia vamos a La Travesía. – Allí volví a ver de pronto, a la llegada, el Cauto, que ya venía crecido, con su curso ancho en lo hondo, y a los lados, en vasto declive, los barrancos. Y pensé de pronto, ante aquella hermosura, en las pasiones bajas y feroces del hombre”.
Tras la reunión en La Mejorana, el asunto más polémico fue el referido a las funciones del gobierno civil y el mando militar, y las relaciones entre ellos, en particular por la postura de Maceo y el apoyo de Gómez a la idea de Martí de la necesidad de un gobierno civil con un mando militar con mayor autonomía en las operaciones bélicas.
Las objeciones a esa postura, se reflejan en el propio diario cuando Martí cita al coronel Francisco Blanco (Bellito), el cual resultó herido cuando intentó rescatar el cadáver del apóstol y falleció cinco días después: “Lo adivino leal, de ojo claro de asalto, valiente en hacer y en decir. Gusta de hablar su lengua confusa, en que, en las palabras inventadas, se le ha de sorprender el pensamiento. ‘La revolución murió por aquella infamia de deponer a su caudillo.’ ‘Eso llenó de tristeza el corazón de la gente.’ ‘Desde entonces empezó la revolución a volver atrás’”.
En su Diario de Campaña el apóstol establece una reconstrucción de las relaciones con Maceo a partir de sus vivencias. Como afirma el escritor, ensayista y periodista cubano Luis Toledo Sande: “las contradicciones son ineludibles en las obras humanas, señaladamente si se trata de una empresa compleja como una guerra revolucionaria y la perspectiva de una república de verdadera libertad. Opina que no hace falta ocultar las discrepancias, ni inventar personas porque su prestigio y talento bastaban para guiar y enorgullecer a su pueblo”.
Al decir de la investigadora, poeta y escritora Caridad Atencio: “La eticidad del Diario se forja entonces a través de un sujeto colectivo cuya fraternidad se afianza en las dificultades, el sacrificio y la muerte, lo que se traduce de modo expresivo en el empleo del retrato, que es el recurso para descubrir masas u hombres humildes, y está acompañado por la manifestación de la autoridad carismática martiana a través de la puesta en escena de lazos afectivos, fraternales, filiales presentes en jefes y soldados, con la excepción de Antonio Maceo”.
Desde un sentido más abarcador la impronta martiana trasciende su espacio y su tiempo. Permanecen en ella, no obstante, el tácito emblema de la aspiración a la libertad como guía máxima e innegociable.
“Su destino no le estuvo dictado por su temperamento, ni por un deseo de evasión; se hizo a sí mismo en contra de sí, de sus gustos. Por amor a la libertad vivió en una absoluta obediencia. Y eso es el modo más alto y más noble de ser hombre”, refiere María Zambrano quien, a su vez, añade:
“Por eso Martí no podía dejar de ser universal, de sentir universalmente el trozo de historia que le tocó vivir. Pues que su acción brotó del amor y fue mantenida por la conciencia en vela. Dejó esta carta de nacimiento a la Nación Cubana: haber nacido, no de una ambición partidaria y particularista (…) sino de un anhelo de integrarse en la Historia Universal. Por ello, la idea de Libertad fue el eje y el último argumento de su obra, pues la Historia Universal es en el fondo la Historia de la Libertad”.