Eduardo Saborit: música y compromiso revolucionario

Eduardo Saborit: música y compromiso revolucionario
Foto: Cubaperiodista

Eduardo Saborit Pérez, compositor y guitarrista, fue reconocido no solo por su obra musical, sino también por su activa participación en tareas trascendentales de la Revolución Cubana, como la Campaña de Alfabetización, en la cual fungió como asesor.

Nació el 14 de mayo de 1911 en Campechuela, localidad de la actual provincia de Granma, donde el desarrollo cultural de la época se expresaba principalmente a través de agrupaciones musicales de pequeño formato y aulas modestas dedicadas a la enseñanza del arte. Entre estos espacios destacaba la labor de su padre, director de la Banda de Música Municipal y su primer maestro, quien le transmitió los fundamentos de la disciplina artística.

Desde niño, Saborit se integró como flautista a la banda dirigida por su progenitor. Sin embargo, en su juventud contrajo tifus, enfermedad que logró superar, aunque con secuelas que, por indicación médica, le impidieron continuar ejecutando instrumentos de viento.

Este revés no menguó su pasión: optó por la guitarra clásica, instrumento para el que, según testimonios de la época, demostró excepcional aptitud. Su dedicación lo llevó a perfeccionarse bajo la tutela del profesor Crecencio Rosales, en Niquero, pueblo al que se trasladó con su padre. Allí, además de consolidar su formación, conoció a Zoila Raga, su futura compañera de vida, cuya familia –además de destacarse como músicos– abrazaba ideales marxistas-leninistas y participaba activamente en la lucha política.

Comprometido con la causa revolucionaria, Saborit se unió a las actividades clandestinas de los Raga. En 1935, perseguidos por el régimen, tuvieron que trasladarse, primero en Manzanillo y luego a Camagüey, donde fundaron el trío La Clave Azul para sustentarse económicamente.

Su talento como intérprete y arreglista lo llevó a la radioemisora Cadena Azul, de Santa Clara, plataforma que le permitió relacionarse con figuras como Sindo Garay y Agustín Lara. Tras el traslado de la emisora a La Habana, Saborit se consolidó en la CMQ, donde continuó componiendo música campesina y dirigiendo programas que exaltaban las raíces cubanas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, respondió al llamado de entretener a las tropas aliadas, recorriendo Europa con su guitarra. Al regresar a Cuba, intensificó su labor artística, que tras el triunfo de la Revolución, en 1959, se fusionó con su activismo. Creó piezas emblemáticas como Despertar, inspirada en una carta de un joven campesino agradecido por aprender a leer, y la melodía del Himno de la Alfabetización.

En sus viajes por Europa, la nostalgia por su tierra lo llevó a componer en Sochi (entonces Unión Soviética) su obra más célebre: Cuba, qué linda es Cuba. Entre sus creaciones de contenido patriótico destacan también Conozca a Cuba primero y al extranjero después y el himno de los Becados.

Su repertorio, sin embargo, trascendió lo político: cantó al amor, a las tradiciones rurales –como el guarapo, la guayabera o el caballo– y a la libertad. Además, compuso canciones infantiles como Mi escuelita, Los pioneros y Estrellita roja, legando un universo sonoro que abrazó todas las facetas de la identidad cubana.

Aunque falleció prematuramente a los 52 años, el 5 de marzo de 1963, a causa de un paro cardíaco, su legado perdura. Cada vez que se entonan versos como “Cuba, qué linda es Cuba, quien la defiende la quiere más”, la memoria de este gigante de la música y la Revolución cobra nueva vida.

Gilberto González García