El guajiro natural y las canciones del alma

El guajiro natural y las canciones del alma

Un día como hoy de 1955 nació Polo Montañez. Humilde, sencillo y pausado, dedicó gran parte de su vida a animar las fiestas de Terrazas, su localidad natal, en la provincia más occidental de Cuba. Cuando lo alcanzó la fama tenía 44 años. En una sesión de arreglos en el grupo con el cual interpretaba temas en el Hotel La Moka de su pueblo, fue escuchado por José da Silva, quien fuera presidente del sello discográfico Lusáfrica.

A raíz del descubrimiento fue en varias ocasiones a Colombia, donde cantó con artistas y sobresalieron las colaboraciones con Cesária Évora. De esa época surgió el CD Guajiro Natural, del cual se vendieron más de 40 mil copias en Colombia, y con el que obtuvo los Discos de Oro y Platino.

Su carisma y franqueza fueron algunas de las distinciones determinantes en su éxito, ensalzado también por la naturalidad y la honradez, determinantes no solo de la fama que adquirió, sino también del estatus de ídolo en su tiempo y en la posteridad.

En menos de tres años y con dos discos grabados, Polo Montañez obtuvo una notoriedad incontestada, armado de una popularidad y un carisma particulares, con la herencia de sus raíces y el prestigio de su persona, más allá de la geografía y la edad.

Su obra, distintiva y sincera, se distinguió también por los méritos musicales y la correlación de éstos con la impronta creativa de su autor. La periodista y compositora Marisol Ramírez Palacios en Café Amargo con Salvia señala que la significación de Montañez marca no solo la creación de un cantor popular por los planteamientos establecidos en la literatura y desde el punto de vista musical. “Polo dejó establecido, quizás una magia dentro de su magia, cómo es posible que un individuo viviendo tan alejado de la civilización, en una comunidad tan desarrollada, pero tan distante de la urbe, fue capaz de hacer confluir en un solo ritmo, todos los ritmos urbanos y de distantes latitudes”.

Un poeta escapado de su propia subjetividad fue Polo en vida. Su influencia, vivida en el tiempo, sigue resonando en la actualidad. Desde géneros como el ajiaco hasta los adquiridos conforme se ampliaba su experiencia, imbricó en raigambre creativa la vida campesina y los sucesos cotidianos para exaltarlos más allá de su significación primigenia. En tal espacio las imágenes del batey y la belleza y sencillez (no simplicidad) rural establecieron algunas de las estampas más hermosas en la música cubana en ese tipo de composiciones.

Doris Céspedes Lobo, musicóloga y profesora cubana, afirma que el prestigio de Fernando Borrego Linares (Polo) fue el resultado de muchos factores: “(…) las características de su propia creación, en la que se ve representada de una manera u otra la mayor cantidad de población de Pinar del Río, pero además por el hecho de que la propia popularidad y algunos factores materiales y subjetivos contribuyeron a que esta obra en su momento tuviera una incidencia social considerable”.

Autodidacta desde su origen, Polo descansa en la historia musical del mayor archipiélago de las Antillas como el artista cubano con esa condición en obtener discos de Oro y Platino. A inicios de siglo era el cantautor más escuchado en la nación y la raigambre de sus temas y su personalidad también se extendieron a naciones como Holanda, Bélgica, Italia, Francia, Portugal, Costa Rica, México, Ecuador y la ya referida Colombia, donde fue considerado un ídolo.

Los temas de la cotidianidad y su definición en la cosmovisión personal de Montañez encontraron en un punto común en las referencias al universo perenne y común de las personas y en su manifestación en los géneros musicales que defendió. En entrevista con el periodista y crítico literario cubano Pedro de la Hoz, así dejaba referidas sus apreciaciones sobre el éxito y la fama: “No te puede hacer perder tu esencia. Si la gente te quiere es porque te das a querer. Yo nunca dejaré de ser un hombre de tierra adentro, un guajiro natural”.

Lázaro Hernández Rey