La inteligencia lectora que exigen narrativas vigentes en el cine y la televisión

En Cuba el cine y la televisión programan cinematografías de América Latina y del mundo. Por ambos medios de comunicación audiovisuales llegan a los públicos accesos disfrutables del conocimiento y de la actualización acerca de temáticas y lenguajes novedosos.
Pensemos en la diversidad de narrativas que al socializarse por ambas pantallas exigen inteligencia lectora.
Al contar historias ficcionales, guionistas y realizadores transitan caminos complejos donde ocurren; a veces, insólitas transfiguraciones de lo causal durante el desarrollo de tramas y conflictos. Relatos inspirados en el ser humano llegan a las almas y las conciencias; estas posibilidades hay que aprovecharlas en beneficio de las sociedades.
Proliferan violencias, soledades, angustias, utopías nunca logradas; colocarlas en el cine y la televisión es una manera de sensibilizar a las personas sin distinciones de fronteras, idiomas o culturas.
Apenas reconoce el pensamiento crítico la oportuna sistemática complicidad vigente entre el Icaic y la Televisión Cubana; ese nexo activa vías a favor de la promoción de saberes, estéticas y preocupaciones autorales.
Ambas instituciones reconocen la repercusión del animado cubano en las familias y los espectadores más jóvenes; ese producto comunicativo audiovisual no se dirige solo a la infancia; pues aporta expresiones renovadoras y experimentales. Lamentablemente, no faltan quienes le nieguen su condición como arte.
La digitalización y las prácticas de uso en ambos medios de comunicación indican cambios acelerados; los usuarios/espectadores pasan del consumo lineal hacia tablets, computadoras, celulares. Se han establecido dinámicas en las redes sociales donde cada persona deja de ser pasiva al convertirse en productora difusora o productora consumidora.
Por eso es esencial mantener relaciones de calidad artística en filmes programados en la tv y los cines. Urge validar identificaciones emocionales, memorias históricas, jerarquías culturales, y el posicionamiento indispensable de lo realmente valedero frente a las invasiones pseudoculturales.

Vivimos mundos hipervisuales; en ellos lideran manipulaciones imperceptibles, silencios de notable incidencia dramática; “hablan”, acompañan, conmueven o lesionan al ser humano.
Pensémoslo.
En documentales, películas, animados, cortos, y otros formatos y géneros audiovisuales; la dirección fotográfica, la banda sonora, las músicas, los montajes construyen ideas, pensamientos y mensajes; leerlos en profundidad forma al espectador crítico.
De ningún modo, entretenimiento y cultura son pares antagónicos. A veces, prevalecen reclamos de valores per se; lo lindo, lo atractivo, la fácil deglución, sin estimar lo íntimo propositivo de obras en formas y contenidos.
Necesitamos mantener la complicidad entre el cine y la televisión. Y sus motivos cuestionadores y caligrafías exigentes comprometidas con la utilidad de la virtud para construir un mundo mejor; este suele virarse al revés, pero luchamos por enderezarlo entre todos los seres humanos.