Los clásicos en la memoria y la contemporaneidad musical del pueblo

En ocasiones, nos preguntamos: ¿Por qué canciones creadas hace más de setenta años hoy dialogan con varias generaciones naturalmente sin establecer distancias entre el ayer y la contemporaneidad?
En gran medida se establece una relación empática de probada permanencia; y ocurre debido a un requerimiento esencial: la calidad artística.
Ese nexo establece una red comunicativa entre la obra, el artista y los públicos. Dicha complicidad incorpora lo cognitivo, genera maneras de hacer donde se privilegia lo conceptual y lo estético, ambos renovados por raigambres y nuevos procederes compositivos e interpretativos. Le anteceden, además del talento natural del artista, todo lo incorporado mediante oídos atentos, vivencias, sonoridades, palabras e ideas; ese conjunto motiva de manera consciente al acto creativo y hace posible una pieza instrumental o con textos.
Al escuchar una y otra, comprendemos ese proceso nunca antes meditado.
Cuba es una fuente inagotable en este sentido.
Pensemos.

La trova es una de las configuraciones musicales más distintivas de la cultura musical en Cuba. Tiene una profunda raigambre popular, aunque en su etapa fundacional tuvo contactos con géneros del canto operístico y la canción de concierto.
En su devenir la trova generó tipologías de amplias dimensiones genéricas y estilísticas dentro de la cancionística. Toda su riqueza ha sido un fértil caudal que fortalece repertorios en los que cada instrumento o la orquesta comunican particularidades, no solo timbres, sonidos y melodías, sino lenguajes movilizadores del hacer memoria durante la comprensión de renovaciones actuales. Ninguna surgió de la noche a la mañana; tienen semillas y árboles frondosos en el crecimiento de lo nuestro y raigal.
Los contactos y entrecruzamientos de las culturas han sido una savia potente en y desde la música en Cuba.