Rafael Trejo, con la vergüenza viva y sin miedo

El joven cubano Rafael Trejo González (1910 – 1930) nació y murió en el mes de septiembre, con apenas 20 años de diferencia que marcaron su preciosa vida. También este mes, pero de 1927, había iniciado sus estudios de Derecho Civil y Público en la legendaria Universidad de La Habana.
Precisamente allí, como tantos de su generación y de las venideras, se movilizó junto a los estudiantes para enfrentar la injusticia y poner en alto el decoro de la patria cubana.
Felo, como lo llamaban familiares y amigos, pocos años antes había recogido el batón de combate dejado por antecesores como Julio Antonio Mella, asesinado en las calles de Ciudad de México.
Ese joven, de aspiraciones tan profundas y maduras, era dueño de una personalidad esplendorosa, según sus coetáneos. Tenía la pureza, candor y energía inquieta de un niño; el cuerpo fornido de un atleta, moldeado por la práctica sistemática del remo, aunque también era aficionado al ajedrez. Muy sociable y carismático, su presencia física era impecable, al estilo de su época, con sus lustrosos cabellos negros y bigote mongol.
Formaba parte de la magnífica hornada de Antonio Guiteras, Pablo de la Torriente Brau, Rubén Martínez Villena, Eduardo Chibás, Juan Marinello y la pléyade de revolucionarios de la década de 1930. Cuando la dictadura del general Gerardo Machado, el “asno con garras” como lo calificara Villena, arreciaba su terror y su barbarie, en la colina universitaria se erguían cientos de jóvenes que soñaban con el ideal de una patria pura y limpia, que no pudieran manchar ni enlodar hombres sin conciencia y sin patria.
Con la inquietud estudiantil en su espíritu, la irritación que le producía ver a los mayores canallas gobernando el país, la grandeza de su pureza y sacrificio, se enfrentó a los males de la sociedad con valentía y coraje, con la resuelta disposición de servir a su patria. En una ocasión había expresado: “Mi ideal es poder defender algún día a los pobres y los perseguidos. Mi toga estará siempre al servicio de la justicia. También aspiro a ser útil a Cuba. Estoy dispuesto a sacrificarlo todo por verla como quiso Martí”.
Por eso se involucró, siendo también vicepresidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en la Facultad de Derecho, en la organización y avance de aquella manifestación de finales de septiembre, que trataron de impedir los esbirros machadistas. Allí se enfrentó cuerpo a cuerpo con uno de los sicarios, quien le disparó y le hizo caer mortalmente herido. Ya antes él mismo sentenciaba que si había víctimas, estas fortalecerían el movimiento contra el dictador.
Y así fue, Rafael Trejo se convertía en el primer mártir de la lucha contra Machado y bandera permanente de los estudiantes cubanos. Su ejemplo lo hizo inmortal.