Abelardo Estorino: la cubanidad y la familia

Abelardo Estorino: la cubanidad y la familia
Foto: Cubasí

Escritor, crítico y director teatral, Abelardo Estorino significó un representante destacado del teatro cubano en su vertiente realista. Las exploraciones de sus obras, a menudo inmersas en las trascendencias de los conflictos y su reflejo en escena, marcaron una obra distanciada de la severidad del relato en favor de una narrativa teatral ceñida por un enfoque crítico e íntimo, circunscrito por el análisis de las características determinantes de la realidad cubana y las relaciones contenidas en ella.

Admirador de Piñera, Estorino tuvo una orientación realista en el tratamiento de los problemas, al punto que los conflictos familiares y sociales produjeron obras de reconocida precisión y tensión dramática, con personajes estructurados conforme a la trama, sin que por ello carecieran de matices ni de profundidad en sus caracterizaciones.

Como parte de su evolución, numerosos especialistas reconocen el tránsito del dramaturgo hacia formas más introspectivas y abstractas, deudoras del llamado teatro del absurdo y de las corrientes europeas y americanas de la segunda mitad del siglo XX. En ellas, Estorino empleó una narrativa fragmentada de conjunto al empleo del silencio, como recurso dramático y el lenguaje simbólico compartido en sus creaciones.

Allende los contratiempos, el llamado a la creación constante tuvo en sus manos a un representante más que meritorio. Nunca dejó de escribir y esa dicha fue compartida también en el magisterio y en la formación de los actores y directores que asesoró. La capacidad de renovarse, intrínseca a través de su carrera, tuvo un impacto en la determinación de su estilo. Dicho entramado, asido a la necesidad por el perfeccionamiento constante, legó también capacidades para sostener un diálogo entre diversas generaciones en un panorama teatral variopinto y cambiante.

Exigentes y rigurosas, sus puestas establecieron un estándar de calidad que perduró en el tiempo. Asimismo, la confluencia de matices, temáticas y representantes tuvieron en él a un autor capaz de crear una dramaturgia, en la cual se abordó con profundidad y honestidad la realidad cubana, todo ello sin traicionar su voz personal en los tiempos más recios y difíciles.

El robo del cochino, La casa vieja, Los mangos de Caín, Morir del cuento, Ni un sí, ni un no, La dolorosa historia del amor secreto de José Jacinto Milanés, Que el diablo te acompañe y Ecos y murmullos en Comala, son algunas de las creaciones de un dramaturgo prolífico y dedicado que, también adaptó con maestría, obras de reconocidos autores.

En opinión de la investigadora Ileana Mendoza:

“Fruto de una creatividad que ha cohesionado y desarrollado concepciones artísticas, recursos escénicos y propósitos temáticos, la dramaturgia de Abelardo Estorino es (…) una de las más sólidas y relevantes de nuestro teatro contemporáneo. Ante su obra estamos en presencia de un conjunto que destaca más que todo por su continuidad en el tratamiento -esencialmente realista y con creciente influjo brechtiano- de cuestiones relacionadas con la eticidad del pueblo cubano.

“Su profundo estudio de nuestras costumbres ha llenado sus obras de personajes de clara autenticidad, perfectamente reconocibles, lo cual corrobora el alcance popular de su labor. La incorporación, por otra parte, de fórmulas innovadoras en su quehacer teatral y la ruptura paulatina con los moldes más tradicionales a que se ceñían sus piezas iniciales, dan muestras del desarrollo evolutivo de este ꞌclásicoꞌ vivo de la dramaturgia revolucionaria, y aún más, de la indisoluble coherencia de contenido y forma en cada nueva creación suya. Tales premisas constituyen, sin duda, el basamento de la sólida trascendencia de su teatro”.

Lázaro Hernández Rey