Germán Pinelli: Una leyenda de los medios cubanos

Germán Pinelli: Una leyenda de los medios cubanos
Foto tomada del Instituto de Información y Comunicación Social en Facebook

Dueño de una magra figura que se hizo familiar en todos los hogares cubanos, Germán Pinelli fue hombre de verbo fácil y agilidad mental prodigiosa, no solo testigo excepcional de los acontecimientos que marcaron a generaciones, sino partícipe fundamental afectiva de toda una nación. Su nombre completo ─Gregorio José Germán Piniella Vázquez de Mella─ rara vez se mencionaba; para el pueblo que lo consagró con su cariño, fue simplemente “Pinelli”, un artista total cuya impronta permanece indeleble en la radiodifusión cubana.

Desde su nacimiento en La Habana el 15 de diciembre de 1907, hasta su muerte en la misma ciudad el 19 de noviembre de 1996, Germán desarrolló una carrera que abarcó más de siete décadas, forjando un estilo inconfundible que mezclaba la cultura vastísima con el gracejo natural del cubano. Hijo de padre asturiano y madre madrileña, desde pequeño manifestó su inclinación artística, actuando por primera vez en el Teatro Nacional de Cuba a los seis años de edad.

El talento precoz de Pinelli se manifestó tempranamente. Con apenas catorce años, el 28 de octubre de 1922, debutó en la radio cantando en el Teatro Campoamor a través de la emisora PWX, apenas cuatro meses después de la primera transmisión radial en Cuba. Aquella voz de tenor llamó la atención del famoso Enrico Caruso durante una visita del italiano a La Habana en 1920, quien quedó maravillado al escucharlo interpretar arias de Cavalleria Rusticana y Carmen en el Hotel Sevilla.

Sin embargo, el destino tenía otros planes para él. Una beca para estudiar bel canto en Italia nunca materializó los fondos prometidos, y una lesión en el diafragma frustró su carrera como cantante lírico. Estos aparentes reveses lo encaminaron hacia el periodismo, donde encontraría su verdadera vocación.

El punto de inflexión en su carrera ocurrió el 15 de septiembre de 1947, con su cobertura en vivo de la llamada Masacre de Orfila, un enfrentamiento entre pandillas en el reparto Marianao. Tirado en el suelo, a unos cincuenta metros del lugar de los sangrientos sucesos, Pinelli narró durante tres horas y media el tiroteo, estableciendo un control remoto en tiempo real con métodos rudimentarios. Aquella narración no solo conmovió a toda la ciudadanía, sino que luego serviría como prueba testifical en el juicio. Como él mismo definiría años después, el periodismo era: “ser audaz, lanzarse a buscar la noticia donde esté y saber extraerla cuando la fuente no quiera darla”.

Foto tomada de la Revista Bohemia

Cuando la televisión llegó a Cuba en 1950, los estereotipos de la flamante CMQ-TV casi le cierran las puertas. “Decían que mi quijotesca figura no era televisiva”, afirmó más tarde. Sin embargo, durante el acto inaugural, el libreto se extravió y alguien que conocía su capacidad para improvisar lo llamó para solventar la emergencia. El desgarbado artista no solo dio la talla, sino que terminó animando todo el espectáculo.

Su consagración en la pantalla chica llegaría con programas como El Show del Mediodía, donde compartió créditos con José Antonio Cepero Brito, y San Nicolás del Peladero, en el cual durante veinte años dio vida al memorable personaje de Éufrates del Valle, director del periódico El Imparcial. En este espacio demostró sus dotes actorales y compartió escena con figuras como Enrique Santiesteban y María de los Ángeles Santana.

En su carrera Pinelli elevó la entrevista a un género artístico, favorecido por su vasta cultura, sus dotes de comunicador y su conocimiento sobre la naturaleza humana. Entre sus entrevistados más destacados figuraron presidentes como Lázaro Cárdenas de México, y Harry Truman de los Estados Unidos, el ex Premier británico Winston Churchill, y figuras del espectáculo como Libertad Lamarque, Jorge Negrete y Cantinflas.

Su colega Paquita Armas reflexionó una vez sobre las aparentes limitaciones que Pinelli supo transformar en virtudes: “¿Tenía voz agradable? ¡NO!, ¿era un hombre atractivo? ¡NO!, ¿era un dandy vistiendo? ¡NO! ¿Entonces? Era telegénico y poseía una vastísima cultura, unido a la agilidad mental, más la habilidad de decir la palabra justa en el momento preciso. Y poseer eso que llaman ‘don de gente’”.

Para sus contemporáneos, Pinelli era un profesional completo y un formador de talentos. La locutora Consuelo Vidal, quien trabajó estrechamente con él, lo recordaba con especial cariño: “Nosotros nos decíamos mamá y papá, nunca por el nombre, jamás. Germán fue una persona de muy poquito comer, muy malcriada, él vivía de helados, que le encantaban. Yo soy quien soy, como animadora, gracias a ese maestro. Todo me lo enseñó él”.

Su magisterio se evidenció también en La Corte Suprema del Arte, espacio concebido para captar talentos entre artistas, donde Pinelli se desempeñó como presentador oficial. De este programa surgieron figuras emblemáticas de la cultura cubana como Rosita Fornés, Celia Cruz, Elena Burke y Tito Gómez. La propia Fornés lo recordaría como una figura paternal en sus giras, “muy respetuoso, cariñoso, inteligente, muy preparado y culto”.

A lo largo de su vida Pinelli recibió numerosos reconocimientos entre los que destacan el Premio Onda en 1967 y 1968, que lo reconoció como el mejor locutor de habla hispana y uno de los pocos locutores iberoamericanos en recibir este lauro en dos ocasiones. En 1993, la Unión de Periodistas de Cuba le otorgó un reconocimiento por sus contribuciones al periodismo nacional.

Su legado trascendió la radio y la televisión. Incursionó en el cine con participaciones memorables en filmes como Los sobrevivientes (1978) de Tomás Gutiérrez Alea, donde interpretó al cura anciano. Fue también un notable cultivador de orquídeas y mantuvo una activa participación en la vida cultural cubana.

Dueño de una sólida cultura autodidacta, Pinelli aprendió inglés, francés e italiano por esfuerzo propio. Esta formación le permitía hablar con igual soltura el lenguaje de los más humildes y el de las personas más ilustradas, gracias a lo cual creó una conexión única con su audiencia.

Hombre de profundas convicciones, rechazó tentadoras ofertas para abandonar Cuba después de 1959. Cuando el periodista Luis Báez le preguntó por qué se había quedado, respondió: “Primeramente, porque nací aquí. El hombre debe nacer, crecer, fructificar en un solo lugar, y morir en un solo lugar: su Patria, allí, bajo su bandera”.

Su legado perdura en la memoria colectiva de los cubanos. Fue un profesional que supo transitar con igual soltura por el humor y la solemnidad, capaz de hacer reír en un espectáculo o conmover en un funeral.

Su carrera refleja la evolución de los medios de comunicación en Cuba durante el siglo XX y más allá de sus múltiples talentos, lo que realmente define la impronta de Germán es esa rara cualidad que le permitió conectar con el público como si se tratara de una conversación entre amigos, transformando cada aparición en un encuentro íntimo y cada noticia en una historia compartida. En este sentido, Pinelli no solo contaba las noticias: se convirtió él mismo en una parte fundamental de la historia cultural de Cuba.

Lázaro Hernández Rey