Henry Reeve, tantas virtudes como cicatrices en su cuerpo

Henry Reeve, tantas virtudes como cicatrices en su cuerpo

El general de brigada del ejército mambí Henry Reeve, el Inglesito, perdió la vida en el combate de Yaguaramas, en la jurisdicción de Cienfuegos, el 4 de agosto de 1876. Al caer, cuando se avanzaba en el empeño por la independencia, cerraba una larga jornada insurrecta de ocho años en la que fue considerado, incluso por los españoles, como uno de los jefes mambises más valerosos, constantes y temerarios.

El parte cubano de ese combate apareció publicado en el periódico oficial del Gobierno de la República de Cuba, Camagüey, el 15 de enero de 1877, reproducción del que emitió el General Máximo Gómez a la Secretaría de Guerra, el primero de octubre del año anterior.

Tanto en el parte como en los apuntes que recoge la historia, fruto del resultado de investigaciones posteriores, se detalla cómo el Inglesito marchó al frente de su tropa de apenas cien hombres para el encuentro con el enemigo, con la impetuosidad que lo caracterizaba, para romper el cerco aniquilador y fue sorprendido por una fuerte columna española, de más de cuatrocientos hombres de infantería y caballería.

Debido a la superioridad de los españoles, seleccionó quince de los suyos para cubrir la retirada del grueso de la tropa y así permitir que no fuera aniquilada. Las tres balas que penetraron en su cuerpo le impidieron seguir combatiendo, unido a las limitaciones de  su pierna derecha como secuela grave de otro enfrentamiento.

Antes de caer, se vio cercado, con su caballo muerto a balazos y él, a pie, era un hombre inútil. La pérdida de Reeve no tuvo reemplazo. Los más cercanos a sus condiciones militares tenían la sagacidad, el valor, la maña y la paciencia del jefe muerto, pero les faltaba el franco arrojo y la grandeza de la audacia que hacían de Reeve un partidario excepcional.

Su pensamiento y acción señalan una vida de audacia, iniciativa, tenacidad y heroísmo con un reto consciente y permanente al peligro, en aras de la causa que abrazó.

Desde su desembarco en Cuba con apenas 19 años de edad por la costa norte de Oriente, en la expedición del vapor Perrit en mayo de 1869, hasta su muerte en Yaguaramas, la vida revolucionaria del Inglesito fue de gran brillantez y gloria.

Tomado como prisionero, fusilado y dado por muerto, pocos días después de ese desembarco, sobrevivió y es encontrado por el brigadier Luis Figueredo que lo envía a Camagüey ya restablecido. Participó en el rescate del brigadier Julio Sanguily, como parte de las tropas al mando de Ignacio Agramonte, el insigne Mayor General del Ejército Libertador, al lado del cual se formó en la lucha, y a otro gran exponente del internacionalismo, Máximo Gómez.

Con la partida de Gómez a la Invasión de Las Villas, Henry Reeve quedaba de jefe interino del Camagüey. Más tarde, seguiría los pasos del Generalísimo ante sus deseos de combatir en la región occidental con la vanguardia del Ejército Libertador, como consta en cartas que envió a varios compañeros y jefes.

En Colón sembró la ruina y desolación de ricos intereses azucareros, atacó en medio año más de 50 ingenios, sin contar asaltos, combates, escaramuzas y ocupación de poblados.

Contaba al morir con 26 años de edad. Desde hacía dos años ostentaba ya el grado de Brigadier quien había llegado a Cuba sencillamente como soldado. Sus grandes hazañas militares le aganaron el respeto y la admiración de sus compañeros y subordinados, y hasta del propio Ignacio Agramonte, de quien llegó a ser su segundo al mando.

Los españoles lograron capturar su cadáver y como valioso trofeo de guerra lo trasladaron a lomo de mula hasta el poblado de Abreus; más tarde, por río, en una barcaza, lo condujeron a Cienfuegos, siendo expuesto en una sala del Hospital Militar, donde los pobladores del lugar le rindieron merecido homenaje por su amplia hoja de servicios a la causa de la liberación de Cuba. Sus restos sagrados descansan en el Cementerio de Reina.

El Monumento Nacional dedicado a este legionario de la libertad conocido también como El Inglesito, ubicado en la propia localidad cienfueguera donde cayera en combate, dispone de una Sala de Historia y una Plaza de Actos, lugar donde además fue plantado un roble americano. En el obelisco que marca el lugar donde cayó aquel valeroso brigadier, no faltarán este día las flores hermosas que serán depositadas por manos también jóvenes para perpetuar su memoria.

Ana Rosa Perdomo Sangermés