Eduardo Chibás, permanente lección de dignidad y civismo

Eduardo Chibás, permanente lección de dignidad y civismo

Eduardo Chibás Rivas, un político y abogado cubano honrado y sincero, epilogó su valiosa vida el 16 de agosto de 1951. Su dramático llamado a la conciencia nacional ha quedado para siempre en la historia patria con la frase que él mismo pronunciara: el último aldabonazo.

Chibás levantó una razón a la dignidad en las horas más sombrías de Cuba y cumplió, en aquellas circunstancias, un importante papel en el proceso revolucionario. Aún cuando no se propuso emprender la lucha ni proclamar siquiera la necesidad de un cambio decisivo y radical se planteó salvar de la corrupción imperante a las mejores reservas del pueblo, sembrar semillas de rebeldía y preparar la cantera que más tarde, bajo banderas legítimamente revolucionarias, desataría con su acción la etapa final y victoriosa de las luchas.

Este fundador del Partido Ortodoxo, el favorito para ganar las elecciones presidenciales previstas en Cuba para 1952, arremetió contra los gobiernos corruptos, las inmoralidades administrativas, contra el robo permanente del tesoro público y el daño incontenible de los grandes monopolios norteamericanos. También proclamó la necesidad de sanear el país y esgrimió como símbolo de combate la escoba, para barrer con la podredumbre que corroía los cimientos de aquellos regímenes entreguistas que sufría el pueblo cubano.

Chibás libró recias batallas desde los micrófonos de la emisora radial CMQ, denunciando a los políticos inescrupulosos y desenmascarando a los ladrones del tesoro público. Fue un excelente orador, un hombre leal a sus principios y arrastró a multitudes.

La muerte de Eduardo Chibás causó un hondo pesar en todo el pueblo, pero su sangre no fue derramada en vano. De la Juventud Ortodoxa, y de esa pura fragua de revolucionarios, germinó Fidel Castro Ruz y otros jóvenes que integraron después la Generación del Centenario, y que años después, una gran parte, fueron asaltantes de los cuarteles Moncada (de Santiago de Cuba) y Carlos Manuel de Céspedes (de Bayamo) en 1953, militando además en las filas del Movimiento 26 de Julio.

Fidel acudió de nuevo ante la tumba de Chibás el 16 de enero de 1959, en el cementerio capitalino, a solo quince días de la victoria de la Revolución, y proclamó: “Sin la ideología, sin los sentimientos, sin la prédica de Chibás, y lo que hizo, sin su civismo y la rebeldía que despertó en la juventud cubana, el 26 de Julio no hubiera sido posible”.

Ana Rosa Perdomo Sangermés