Martí, incansable trabajador

Puede resultar difícil comprender cómo una persona que vivió tan solo 42 años pudo escribir una obra tan voluminosa y de tan variados temas, como lo hizo José Martí.
Es más ardua la tarea cuando no se cuenta más que con una pluma que debe remojarse en la tinta cada vez que se escriben tres o cuatro palabras. Nada de máquinas de escribir, mucho menos computadoras con procesadores de texto y correctores ortográficos.
Además, debe tenerse en cuenta que Martí no contaba con recursos financieros que le permitieran contratar alguien que le ayudara en tan titánica tarea. Su peculio, siempre escaso, a veces no le alcanzaba para comer decentemente, o pagar las medicinas que aliviaran sus serios problemas de salud.
Pues sí, el Héroe Nacional de Cuba padecía de una hernia inguinal crónica que cada cierto tiempo se abría al exterior y supuraba, acarreándole largos períodos febriles. Tampoco le abandonó jamás la úlcera que causara el infame grillete con que el colonialismo español ciñera su tobillo, cuando solo contaba con 16 años. También asediaba al Maestro un padecimiento gástrico crónico.
Ese déficit económico quedó registrado en su poesía:
Dicen, buen Pedro, que de mí murmuras
Porque tras mis orejas el cabello
En crespas ondas su caudal levanta:
Diles, ¡bribón!, que mientras tú en festines
En rubios caldos y en fragantes pomas,
Entre mancebas del astuto Norte,
De tus esclavos el sudor sangriento,
Torcido en oro, lánguido bebes,—
Pensativo, febril, pálido, grave,
Mi pan rebano en solitaria mesa
Pidiendo ¡oh triste! al aire sordo modo
De libertar de su infortunio al siervo
¡Y de tu infamia a ti!—
Y en estos lances,
Suéleme, Pedro, en la apretada bolsa
Faltar la monedilla que reclama
Con sus húmedas manos el barbero.
Quien estudie con detenimiento la obra martiana podrá leer entre líneas el sufrimiento que tales desventuras le ocasionaban, y que quizás nunca dijo en voz alta para no preocupar a quienes le acompañaban en la más ardua de sus tareas: organizar una contienda que librara a su amada patria del yugo colonial y quizás movido también por un poco de amor propio.
Guarda corazón tu pena
Donde no se llegue a ver
Por soberbia y por no ser
Motivo de pena ajena
Martí, el poeta que sentó cátedra junto al nicaragüense Rubén Darío en el surgimiento de un nuevo estilo literario; Martí, el periodista que diseccionó con aguda pluma las turbias entrañas del imperialismo, o que escribió bellas estampas costumbristas, artículos científicos e históricos; Martí, el narrador que engendró bellos relatos infantiles, obras teatrales y una novela; el que escribió tiernas cartas familiares y dulces poemas de amor, fue también el Martí de verbo encendido cuando hablaba ante los patriotas para conseguir hombres y armas con destino a la Guerra Necesaria, el Martí estratega que organizó tan colosal empresa bélica; el Martí, que sin tener entrenamiento militar alguno, no reparó en lanzarse a la manigua irredenta para desafiar a una muerte predecible.
Entonces, conociendo su genialidad, su incansable personalidad, tenacidad y valor, percibimos que resulta difícil creer que, en 42 años de vida, y con solamente una pluma y un tintero, haya sido capaz de escribir una colosal obra cuya recopilación ocupa 25 voluminosos tomos de tan variados temas. Porque José Martí era un incansable trabajador.
“No hay más que una vara, a cuyo golpe se abre en agua pura toda roca: es el trabajo. La riqueza que por otra vía nos venga trae oculto, en su seno cubierto de seda, un nido de sierpes.”