Frank País y su profunda pasión patriótica y revolucionaria

El semblante de Frank País García resulta inconfundible para quienes, junto a la historia, aprendieron a conocerlo –no obstante conservarse pocas de sus fotografías– y también valoran su breve y hermosa trayectoria al servicio de la Revolución.
Apenas logró alcanzar sus 22 años de vida en su natal Santiago de Cuba, desde aquel 7 de diciembre de 1934, el mismo día que, 38 años antes, cayera en combate el mayor general Antonio Maceo Grajales, pero fueron suficientes para verlo desempeñarse como primogénito junto a sus otros dos hermanos.
Frank creció en medio de una situación económica y política difícil, pero con una esmerada educación por parte de sus padres, lo que resultó determinante en su desarrollo revolucionario.
A él, como a sus hermanos, se les inculcó el amor a su tierra, y el respeto a los hombres y mujeres que ofrendaron sus vidas para que fuera una nación independiente y soberana. Fueron precisamente sus padres quienes los condujeron a abrazar el ideario martiano, enraizar valores y hallar respuestas a muchas de sus inquietudes.
Uno de los mayores placeres de Frank era la lectura; lo distinguía el hábito de leer desde edad temprana a diferencia de los niños del barrio santiaguero de Los Hoyos, con quienes jugaba a diario en las tardes, luego de hacer sus deberes de estudio. Al decir de Rosario, su madre, sus hijos «eran niños iguales a los demás; eso sí, un poco más educados que otros».
El padre, Francisco, había sido maestro, lector incansable y cultivó también el campo de la música. Rosario tenía conocimientos y fue la primera maestra que tuvo Frank, enseñándole además a interpretar piezas al piano.
Cuando los hermanos País ingresaron con becas gratuitas en el Instituto José Martí, colegio privado de la congregación bautista, se les observó más aventajados que al resto de los alumnos, especialmente Frank, que obtenía calificaciones sobresalientes. Igual le sucedió al ingresar en la Escuela Normal para Maestros y fue elogiado por el profesorado.
La percepción del joven Frank de la situación que afrontaba Cuba, cada vez más grave, fue tan exacta que lo llevó a convertirse en un luchador muy consciente y decidido frente a la dictadura de Fulgencio Batista y a poner a prueba sus excelentes dotes de dirigente, que propiciaron luego su designación como jefe de acción nacional del Movimiento 26 de Julio.
El rápido proceso de radicalización de sus ideas políticas, en el plano subjetivo, fue posible por su esencia martiana. Sus concepciones políticas fueron profundizándose en la medida que avanzaba en su quehacer insurreccional.
El mayor de los hermanos se interesaba mucho por los grandes personajes de la historia, era sensible, hacía versos y no sólo en momentos de paz, sino incluso en el fragor de las acciones. Nunca descuido su sentido humano ni se apartó de la ética, cualidades compatibles con su esencia como revolucionario.
Ahora hubiera cumplido sus 90 años de edad. De lo mucho que Frank podría haber brindado a Cuba, de no haber sido asesinado, se constata en sus propias palabras: “Aspiramos a remover, derribar, destruir el sistema colonialista que aún impera, barrer la burocracia, eliminar los mecanismos superfluos, extraer los verdaderos valores… planear concienzuda y responsablemente la construcción de la Patria nueva”.