Chano Pozo y los orígenes del latin jazz

Chano Pozo y los orígenes del latin jazz
Foto: Cubasí

Por naturaleza inquieto, receptivo y corajudo, envuelto en una espiral de pobreza, en solares miserables y realidades adjuntas a un destino incierto, Chano Pozo, en su breve pero intensa existencia continúa prodigando acervos de originalidad sin rival.

Su influencia en el latin jazz, habida cuenta de la inmortalidad en la improvisación del género ha quedado marcada en la historia. Desde sus primeros pasos profesionales en RHC Cadena Azul, las intervenciones en las comparsas, el tránsito por varias agrupaciones y sus últimos meses en Estados Unidos, la historia de Luciano Pozo González parece estar consignada por una intensidad en la cual fulguran como verdades universales su carisma y dedicación, más allá de las reseñas laudatorias consignadas al reconocimiento o la merecida exaltación.

Cualquiera sea el caso, en Pozo encontramos un resumen, cual estrella enana en el giro universal del espacio, en la cual hay mucho contenido en muy poco tiempo, en una fracción constatada por el medio en el que vivió, pero, sobre todo, por las decisiones que tomó por aquel entonces.

Su temprana muerte, allende los notorios entresijos del destino y la fama que lo inmortalizó después, no escapan a preguntarnos por una historia diferente. Pero Chano es Chano con todo el lienzo de su vida. La especulación transita por un territorio ajeno a las valoraciones preconcebidas, aunque no es difícil explicar el porqué de su impronta, las raíces de su acento musical o la pervivencia de su legado ante el paso del tiempo.

En tal sentido muchos destacan su religión y la pertenencia a los Abakuá como vehículos comunicantes en su interpretación de la tumbadora en clave cubana, lo cual distinguió el ritmo y el sentido de sus composiciones, asidas de las experiencias en comparsas a las cuales asistió desde temprana edad.

“Chano Pozo fue un revolucionario entre los tamboreros de jazz; su influjo fue directo, inmediato, eléctrico. Los más reputados músicos de batería se estremecían ante el inesperado reformador… Por el tambor de Chano hablaban sus abuelos, pero también hablaba toda Cuba, pues el músico Chano, que injertó en el jazz de Norteamérica una nueva y vigorosa energía, fue cubano ciento por ciento. Debemos recordar su nombre para que no se pierda como el de tantos artistas anónimos que durante siglos han mantenido el arte musical de su genuina cubanía”, escribió sobre él Fernando Ortiz.

Luciano Pozo era más que la suma de sus partes. Era un todo complejo y contradictorio, lleno de sentido y apropiado integral de sus raíces africanas en un mundo ajeno a la revelación perpetuada en la noche del invierno de 1947 cuando Manteca arribó a la vida: “Un negro cubano, en una etapa de mucha discriminación, ponía la música cubana en lo alto del podio. Los nombres de Chano Pozo y “Manteca”, comenzaron a correr de boca en boca por todo Nueva York y mucho más allá. Uno de los temas más escuchados durante 1948, un estándar emblemático, un clásico cubano para la historia”, explica el investigador Rafael Lam.

“Con Manteca se abre un camino único, diferente, que había iniciado con Machito y Mario Bauzá, que cambiaría la historia de la música, gracias a la intuición de Dizzie Gillespie, y a la receptividad de los músicos que coincidían en su agrupación”, explica el investigador y periodista Alfonzo Quiñones, la cual, en palabras de uno de los más allegados a Chano, Alfredo ‘Al’ McKibbon: “Esa mecha inicial, “Manteca” me abrió realmente los ojos, la mente, el corazón, todo, Chano contaba algo ancestral, nos llevó a otra dimensión, a la magia de una música lejana, fue una revolución fenomenal. Insertó, como nadie, la música cubana-latina en el mundo”.

Como afirma Leonardo Padura: “(…) era todo lo que dicen los cronistas, sus familiares, sus amigos, pero mucho más: Chano era el marginalismo habanero de su época, y era La Habana misma, maltratada y alegre, ruidosa y adolorida”.

Transfigurado en su existencia impetuosa, en su originalidad y en la consolidación integrada de su religión, identidad y trascendencia, quedan en el recuerdo de él la evolución del jazz con raíz cubana, la inmortalización de los precedentes que los músicos admiran y los oídos anhelan escuchar.

Lázaro Hernández Rey