La ofensa a Martí que los cubanos no olvidan

En una de sus periódicas visitas de “buena voluntad” a Cuba, el jueves 10 de marzo de 1949 y bajo el mandato del régimen servil de Carlos Prío Socarrás, arribaba al puerto de La Habana una flota de guerra estadounidense, integrada por un portaviones, tres barreminas y un remolcador.
Las tripulaciones tuvieron el permiso de pisar tierra cubana con todos los honores y se adentraron entusiasmados en las calles habaneras. Primero en el puerto, luego en la parte más antigua de la ciudad. Tres de los integrantes de la formación del barreminas Rodman serían al día siguiente los autores de la profanación al monumento erigido a José Martí, en el Parque Central. Un indignante espectáculo, trepando como simios hacia lo más alto del monumento, y uno de ellos se sentó a horcajadas sobre los hombros de la figura de mármol del Apóstol de la independencia de Cuba, convirtiendo el lugar en un urinario.
Todo ocurrió cuando era evidente su avanzado estado de embriaguez, luego de pasar por centros de corrupción que proliferaban en la capital en esa época. La ofensa causó airada reacción en las decenas de personas que habitualmente transitaban por el lugar en horas de la noche, pero fueron protegidos por la policía, siendo los cubanos -y no los marines- los que resultaron atacados y dispersados con descargas de armas de fuego.
Como prueba irrebatible quedó, sin embargo, la gráfica captada de modo casual por un fotógrafo aficionado publicada por el periódico Hoy y otros rotativos. Ya en la tarde del día 12 la indignación de los estudiantes y trabajadores habaneros era inmensa, y cientos de ellos se congregaron frente a la embajada yanqui en señal de protesta, pero nuevamente los agresores fueron protegidos, lo que incrementó la ira popular, resultando apaleados varios de los allí presentes.
La Federación Estudiantil Universitaria (FEU) estuvo entre las organizaciones que encabezaron los actos de repudio. Del atropello cometido por el cuerpo represivo quedó constancia en la protesta publicada en diversos diarios aquel día y firmada por los estudiantes Fidel Castro, Lionel Soto, Alfredo Guevara, entre otros.
El corrupto gobierno de Prío hizo gala de su sometimiento al amo imperial y publicó solamente unas simples declaraciones de su canciller, declarándose satisfecho con las excusas presentadas por la embajada estadounidense y la colocación ante el monumento de una ofrenda floral a Martí por parte del procónsul de Estados Unidos.
Como era de esperar, la prensa burguesa restó importancia al repugnante incidente, dando por terminado el caso, pues según esta, continuar con la protesta era “hacerle el juego a los comunistas, interesados en crear fricciones entre dos países democráticos”.
También el Diario de la Marina, periódico cubano de carácter conservador, respaldaba las declaraciones de la embajada yanqui. A esto se sumó el Senado, con su burguesía nacional, que rechazó con 29 votos en contra y uno a favor, la moción de protesta por la ofensa a Martí.
Más tarde se conocería que por aquel ultraje, y de acuerdo con el reglamento de la armada de los Estados Unidos, el marine más involucrado en el hecho solo fue sancionado con quince días de confinamiento en su buque. Apenas 48 horas después de la afrenta, la escuadrilla naviera abandonó el puerto de La Habana.
Durante 76 años en la memoria de los cubanos ha quedado imborrable aquella ofensa que sintetiza la denigrante presencia de la marinería yanqui en Cuba, con sus provocaciones y vandalismos, a su paso por pueblos y ciudades de Cuba en la otrora república neocolonial. Una imagen que no será repetible en ninguna circunstancia.