La guitarra poética de Salvador Adams

La guitarra poética de Salvador Adams

En el paisaje sonoro de la trova tradicional cubana, Salvador Adams Cisneros emerge como un artesano de la melodía y la palabra, cuya obra encarna la esencia íntima y social de la canción trovadoresca.

Discípulo directo de los fundadores del género, entre ellos Pepe Sánchez, considerado el padre de la trova cubana, y Sindo Garay, Adams se formó en el crisol musical de su natal Santiago de Cuba, donde absorbió, no solo las técnicas para tocar la guitarra, sino la poética sentimental que definiría su repertorio.

Estudió solfeo, teoría musical y técnica guitarrística con maestros como Mariana de la Torre y Ángel Palacios Colás, completando su formación en 1914. Este aprendizaje académico, poco común entre los trovadores autodidactas de su época, le permitió refinar un estilo, en el que convivían la herencia popular y el rigor técnico.

Su trayectoria artística transitó por el entramado de agrupaciones emblemáticas; en la década de 1920, fundó el Trío Oriental junto a Miguel Matamoros y Miguel Bisbé, recorriendo pueblos orientales y animando veladas que consolidaron el son y el bolero como géneros identitarios.

Más adelante, creó el Trío Toronto-Adams con José Toronto y Rufino Ibarra, formación con la que grabó seis temas y dejó testimonio de su dominio armónico. Como explicara el guitarrista Vicente González-Rubiera (Guyún), Adams destacaba por «saber enlazar acordes y adornarlos con efectos de alta técnica guitarrística: ligados, mordentes, gruppetos y arrastres, logrados con nitidez».

Su casa en Santiago devino santuario de la bohemia, donde trovadores como Rosendo Ruiz, Emiliano Blez y Manuelico Delgado convergían en peñas que mantenían viva la tradición. En 1962, dirigió a los Trovadores Santiagueros en el Festival de Música Popular del Teatro Amadeo Roldán, demostrando su vigencia en la Cuba revolucionaria.

El catálogo creativo de Adams, que supera las 200 piezas, navega entre el bolero, la criolla, el son y la canción, siempre con una sensibilidad lírica que trasciende lo anecdótico. En canciones como Sublime ilusión, el amor se expresa como un anhelo metafísico: «Besarla quisiera y luego morir / Qué más yo quisiera, tan sólo una vez…». Según la investigadora Margarita Mateo Palmer, este tema refleja una singularidad en la trova tradicional: la asociación del beso con la muerte, recurso de la canción galante que Adams adapta con dramatismo.

Pero su poética no se limitó al amor. En Dos patrias, homenajea a José Martí y Antonio Maceo, estableciendo un paralelo entre sus lugares de nacimiento y muerte que, como señala Mateo Palmer, también alude sutilmente a los regionalismos y tensiones raciales que fracturaron la gesta independentista: «Martí y Maceo son dos escudos de gloria / […] y para el blanco y el negro un ejemplo y una historia».

Entre sus obras más perdurables figuran, el bolero Me causas celos, la criolla de contenido patriótico Altiva es la palma, la canción El jilguero y el son picaresco Nadie nos ve.

Adams trascendió como pedagogo, legando su técnica a discípulos como Ubaldo Muñoz y Lorenzo Mustelier. En 1952, compuso Estudios para guitarra, síntesis de su enfoque didáctico. Su presencia en documentales como La herrería de Sirique, de 1965 –en el que compartió con leyendas como Sindo Garay y María Granados– lo ratifica como eslabón vital de la memoria musical cubana. Pese a su talla, su nombre no siempre alcanzó la celebridad de los «cuatro grandes» (Garay, Ruiz, Corona, Villalón), aunque investigadores como Alberto Muguercia dedicaron estudios a su legado, destacando su papel en la evolución del son guantanamero y su capacidad para «convertir en universal lo local».

Nacido en Santiago de Cuba el 6 de agosto de 1894, y fallecido en esa misma urbe, el 21 de enero de 1971, su música perdura como diálogo entre el Santiago trovador decimonónico y las expresiones contemporáneas. Guitarrista que bordaba filigranas en las cuerdas, poeta que cantaba a los héroes y al amor, Salvador Adams encarna la trova como acto íntimo y colectivo: un arte, en el que la vida se nombra en verso y se acuna en seis cuerdas.

Gilberto González García