Las Alturas de Simpson y los inicios del danzón cubano

Compuesta el 12 de agosto de 1877, Las Alturas de Simpson fue la primera pieza de danzón compuesta en Cuba. Elaborada por Miguel Faílde, la obra se tocó el 1 de enero de 1879 en el Liceo Artístico y Literario de la ciudad de Matanzas (actual Sala de Conciertos José White). Por aquel entonces, la proclamada Atenas de Cuba se convirtió en un centro de promoción del arte y la literatura. Los círculos y la promoción de las obras con las influencias europeas (en especial con la contradanza de los emigrantes franceses tras la revolución haitiana) dieron como resultado un ambiente en el cual se gestó un ambiente proclive a la promoción de las artes.
El nombre del danzón, según historiadores, hace referencia al nombre de un finquero de Matanzas de apellido Simpson, el cual donó un terreno a Faílde y a un grupo de sus amigos para jugar béisbol. En dicho espacio, igualmente, está uno de los barrios más populares, que tuvo asimismo, varias reuniones de conspiradores contra el dominio colonial español en Cuba.
“En 1871 [Faílde] fundó su orquesta típica, que obtuvo renombre en Matanzas y en todo el país. Estrenó, en 1879, el danzón Las alturas de Simpson, primero en la historia de ese género popular bailable. Le siguieron Antón Pirulero, Los tirabuzones, La Malagueña, A la Habana me voy, El mondonguito, El Malakoff, Cuba Libre, Yaka-Hula, El amolador, Los chinos, La diosa japonesa. Produjo además, danzas, valses, pasodobles, marchas. En 1920 tocó su último baile, al frete de su orquesta, en Palos”, afirma Helio Orovio en el Diccionario de la Música Cubana.
Junto a la oposición de algunos músicos, Faílde tuvo que enfrentar también el racismo inherente a la época. No obstante a ello, Las Alturas de Simpson cobró pronta popularidad, e impulsó la carrera artística de su compositor, quien homenajeaba con este tema al barrio en el cual vivía, con más cadencia y un ritmo más lento y variado.
La fama y su rápida extensión favorecieron que el nuevo género fuera adoptado por otras orquestas, las cuales lo sumaron a sus interpretaciones. Caracterizado por un compás de dos por cuatro, el nuevo género comenzaba con una introducción, con una primera parte en la cual se evidenciaban las agilidades de los intérpretes del clarinete y la técnica en la interpretación de la flauta, en una versión de la contradanza francesa con influencias musicales cubanas.
Dicha seña, precisamente, estableció los inicios de un género que desde el 2013, fue declarado como Patrimonio Inmaterial de la Nación Cubana. A Faílde se le atribuyen 144 danzones y otras composiciones, por lo cual el origen del danzón está enmarcado a la evolución histórica dentro de un contexto particular del devenir social cubano, habida cuenta de los elementos criollos presentes en él, y de la trascendencia del mismo como vehículo de expresión de la música tradicional y de la identidad nacional cubana en formación por aquellos momentos.