Che, permanente presencia

Che, permanente presencia

Los progresistas de todo el mundo, los defensores de la paz y la justicia, los revolucionarios todos, albergan en su corazón y en su mente a Ernesto Guevara de la Serna, el Che, como ejemplo extraordinario del hombre al que, sin el afán de imitarlo mecánicamente, tratan de acercarse por su dimensión y sus valores.

Reflexionar en torno a su pensamiento creador y eficaz, y ubicarlo en los dilemas revolucionarios de los tiempos actuales, es un ejercicio cotidiano en el que se nos hace más cercano y referente para erradicar pragmatismos y egoísmos, tan nocivos para solucionar los problemas y errores de un modelo de sociedad, todavía en construcción.

Los elementos fundamentales esbozados por el Che centran su atención en el fortalecimiento de la conciencia, la espiritualidad, la subjetividad y la moral como factores indispensables en la formación del hombre. Y para ello se hace necesario, según él, ir primero al fondo de los problemas, fomentar un espíritu crítico, la independencia de los criterios y la capacidad de pensar y valorar con cabeza propia, aprendiendo a distinguir los caminos, sus implicaciones y resultados.

En momentos esenciales como los que vive la patria cubana, no se olvida que sus enseñanzas trascienden en el tiempo para convertirse en coloso contra el que estallan todas las patrañas, mentiras y provocaciones que sobre nuestro pueblo se tejen por el Gobierno de los Estados Unidos, con el pretexto de recrudecer el bloqueo económico, comercial y financiero.

Otras facetas de su pensamiento y su legado ideológico acercan también al Che a la cotidianidad de estos tiempos con su sencillez, su lealtad y su palabra exacta para defender principios y ratificar compromisos inaplazables.

Presente aún en cada cubano, como una verdad tangible y cada vez más necesaria, se recurre a él una y otra vez para aprender, por sobre todas las cosas, de su claridad política, de su valentía, de su fidelidad y de su intransigencia revolucionaria, entre sus cualidades más sobresalientes.

Cuando en combate desigual hace 58 años, el 8 de octubre de 1967, le fue inutilizado su fusil y hecho prisionero en plena Quebrada del Yuro, en suelo boliviano, ya hacía rato que el Che había demostrado ser consecuente con la idea de que el único modo de movilizar a los demás era a partir del ejemplo personal.

Se conoce cuánto se exigía a sí mismo en su labor incansable dentro del proceso revolucionario cubano; su austeridad, sus pocas horas de descanso, las intensas jornadas de vínculo con los trabajadores y el pueblo en general, sus enfoques siempre certeros y críticos, la riqueza y la profundidad de su pensamiento… Porque para el Che, la tarea del revolucionario no tenía fin, descanso ni tregua.

Del Che continuamos aprendiendo.

Ana Rosa Perdomo Sangermés