A propósito del Festival de La Habana, ¿leer el cine, la literatura y las músicas?
Preocupaciones éticas, sociales y culturales nutren las narrativas de diferentes manifestaciones artísticas. En las pantallas mediáticas y personales se construyen tanto los imaginarios como la opinión pública. Relatos disímiles lideran en la sociedad interconectada; tienen notables impactos en las personas. Pensemos en este panorama descrito. Lo propicia la edición 45 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, donde coinciden creadores del continente y del mundo.
Se han inspirado en el séptimo arte devenido un arma poderosa contra la invisibilización de tradiciones, batallas, mitos, y riquezas vivenciales.
Públicos de diferentes edades exigen “ver” en las ficciones conflictos, actitudes positivas, personajes que combatan prejuicios, censuras, tabúes arraigados, intolerancias e inercias. De manera significativa obras literarias, músicas y filmes, incluyen temáticas expresadas en los géneros dramáticos. Creadores jóvenes y consagrados al asumir la crítica social reflexionan sobre conductas corruptas, la desidia de funcionarios, el oportunismo, la doble moral.
También tratan problemáticas de adolescentes y adultos mayores; sus urgencias ante soledades, pérdidas, desamores. Esa amplia mirada lidera en el Festival de Cine de La Habana, pues guionistas y directores de Argentina, Brasil y Chile, eligen diferentes estéticas para compartir ideas y emociones que trascienden geografías, son, sencillamente, humanas.
Guionistas, directores y otros creativos dominan un precepto dramatúrgico: el fin esencial de todo argumento es comunicar emociones significativas. Por supuesto, la emoción no es una fuerza estática, sino un movimiento in crescendo, impulsa la fuerza del deseo y las acciones de los personajes.
De ningún modo lo olvidemos, la sentimentalidad expresiva fundamentada, sin estridencias, influye en la espiritualidad.
Demostrar cómo queremos al otro ser humano exige llevar a las pantallas mediáticas subjetividades atractivas. Al Festival de La Habana llegaron filmes que recurren al secreto, a lo desconocido subyacente en intimidades.
Así ocurre, respectivamente, en los largometrajes de ficción, Algo viejo, algo nuevo, algo prestado, dirigido por Hernán Rosselli y en El ladrón de perro, del realizador Vinco Tomicic. Cada autor o autora demuestra al contar el relato, que la intriga no es estática; forma parte de un proceso integrador. En él coinciden dudas, angustias, sospechas, alegrías; incluso suposiciones, y motivan a quienes frente a la pantalla rechazan lo visto si no les place.
Es preciso leer la literatura, las músicas y el cine en largometrajes, cortos, documentales y otros formatos. Sin dudas, la elaboración del conocimiento de la realidad y la valoración de los sujetos de esa realidad-otra, reafirma la dimensión antropológica de la cultura, en tanto ente híbrido, heterogéneo, pleno de repertorios masivos, cultos y populares.
Generaciones pueden ver en las pantallas grandes, mundos interiores, necesidades del ser humano. Las puestas cinematográficas son producciones de sentido y de sensaciones. Palabras, visualidades, ritmos, melodías, dinamizan las relaciones dialógicas que propone el arte en el cine contemporáneo. Pensemos en esto.