Anette Delgado y Patricio Revé, un lago encantado

Anette Delgado y Patricio Revé, un lago encantado
El Lago de los cisnes, Anette Delgado Foto: cortesía del Ballet Nacional de Cuba

El Ballet Nacional de Cuba (BNC), Patrimonio Cultural de la Nación, y agrupación anfitriona del 28º Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, que dirige la primera bailarina Viengsay Valdés, tuvo el buen gusto de incluir en el programa artístico de esa fiesta mundial de la danza El lago de los cisnes, obra icónica en el repertorio clásico de la emblemática agrupación, tan cubana como universal, llevada a las tablas de la Sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba, sede principal del Festival.

La versión insular de esa joya del arte danzario de todas las épocas se debe al genio único e irrepetible de la prima ballerina assoluta Alicia Alonso (1920-2019), quien se inspiró en la estructura argumental, coreográfica y musical diseñada por los maestros Marius Petipa, Lev Ivanov, Piotr I. Chaikovski, respectivamente, y sintetizada en tres actos y un epílogo.

La emblemática compañía les propuso —tanto a los amantes del ballet clásico, como a los colegas de la prensa acreditada— disfrutar de un «lago encantado» que tuvo en los papeles protagónicos a los primeros bailarines Anette Delgado (Odette-Odile) (BNC) y Patricio Revé (príncipe Siegfried) (Queensland Ballet, de Australia), muy bien secundados por solistas y miembros del cuerpo de baile de una de las mejores agrupaciones del orbe, así como con el acompañamiento musical de la Orquesta del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, dirigida por el maestro Nikolay Shugaev (Rusia).

De acuerdo con la poética y la estética del Romanticismo, el argumento se basa en una historia fantástica, que incluye prodigiosas transformaciones, encantamientos y monstruos malignos, pero en el que florece el amor, que todo lo puede, como eje o núcleo central en ese contexto coreográfico-dramatúrgico, o como una fuerza triunfante sobre los más terribles poderes.

El lago de los cisnes deviene una obra cumbre en la historia de la danza teatral, que perdura como ejemplo excepcional del estilo, la técnica y los modos expresivos de la danza clásica de todos los tiempos.

Anette Delgado —con el virtuosismo técnico-interpretativo que la caracteriza en cualquier escenario local o foráneo— le presta pie y alma a «Odette-Odile». Odette simboliza la ternura que identifica a la princesa-cisne, mientras que Odile, el «cisne negro», representa la maldad; personajes que —desde una óptica psicológica por excelencia— no tienen ningún punto de tangencia, pero —desde la vertiente psicoanalítica ortodoxa— ocupan un espacio común en el inconsciente freudiano: la ternura de Odette se localiza en el componente espiritual, mientras que la maldad de Odile nace y crece en el componente instintivo; componentes que, separados por una línea imaginaria, la carismática artista cruza con gran naturalidad. Tanto es así, que da la impresión inicial de que no son las mismas bailarinas; he ahí, la magistral capacidad de Anette para desdoblarse: de un ser angelical a otro malévolo…, sin perder la esencia que particulariza a los dos personajes.

Por otra parte, tanto ella como su partenaire, Patricio Revé, quien —con elegancia, amplitud y potencia viril que lo singulariza en el escenario— encarna al enamorado príncipe Siegfried, dominan al pie de la letra la técnica académica y la interpretación teatral; indicadores teórico-prácticos que les facilita a los bailarines intelectualizar y espiritualizar los movimientos corporales, a través de los cuales exteriorizan sentimientos, emociones, pensamientos, vivencias y experiencias, así como la energía positiva, que el mundo interior de Odette irradia hacia el universo, o la carga negativa que brota de las regiones más oscuras de la enrevesada «psiquis» de Odile.

Esas figuras insignia del ballet mundial les imprimieron a los movimientos físicos —perfectamente sincronizados— gran fuerza expresiva, limpieza, naturalidad e impactantes giros; y por otra parte, se entregaron en cuerpo, mente y alma a la noble profesión que los ha hecho crecer como artistas y como seres humanos realizados desde todo punto de vista; virtudes que generaran en el público nacional y extranjero las más disímiles reacciones afectivo-emocionales.

Foto: cortesía del Ballet Nacional de Cuba

Un párrafo aparte requiere el óptimo desempeño artístico-profesional de los solistas e integrantes del cuerpo de baile de la septuagenaria agrupación; «pinos nuevos», que —junto a esas estrellas del firmamento danzario— supieron adaptarse con ductilidad digna del más cálido elogio a las exigencias técnico-expresivas y estilísticas que implica llevar al proscenio El lago de los cisnes, y consecuentemente, aportarle la dosis exacta de distinción a esa gema de la danza clásica.

De acuerdo con el criterio sustentado por la crítica especializada internacional, el ballet es una disciplina con una técnica académica difícil y compleja, ya que abarca todo un potencial técnico: adagio, giros, saltos y cada especialidad danzaria lleva implícitos impecables movimientos físicos, que no solo comprometen el cuerpo, sino también la mente y el espíritu de los intérpretes.

Con apoyo en esos indicadores teórico-conceptuales y metodológicos, Anette Delgado y Patricio Revé reúnen —con indiscutida excelencia artístico-profesional— todos y cada uno de esos elementos técnicos, y los funden en cálido abrazo con los indicadores interpretativos, sobre los cuales —junto con los técnico-académicos— se estructura el arte danzario en general, y el ballet clásico en particular.

No hay duda alguna de que los balletómanos cubanos y de otras latitudes geográfico-culturales, así como los colegas de la prensa acreditada, que asistieron a esa función de El lago de los cisnes, recibieron la suave caricia que Anette Delgado y Patricio Revé, con ese «lago encantado», les obsequiara al intelecto y el espíritu humanos.         

Jesús Dueñas Becerra