Antonio Bachiller y la guardia del conocimiento

El 7 de junio de 1812 nació Antonio Bachiller y Morales, el padre de la bibliografía cubana. Obras como Apuntes para la historia de las Letras y de la instrucción Pública en la Isla de Cuba dieron una muestra excelente de su destreza investigativa y la dedicación de su trabajo. Desempeñándose como profesor universitario, historiador, periodista y jurisconsultor, Bachiller y Morales sentó un precedente referencial en los estudios bibliográficos en Cuba e Hispanoamérica, al tiempo que realizó importantes contribuciones al libre comercio, los dilemas de la agricultura en la nación caribeña y el aspecto socioeconómico de la trata de esclavos, respecto a la cual sostuvo la unidad moral de las razas desde una postura liberal.
Cuando se vio forzado a emigrar a los Estados Unidos (donde estuvo entre 1869 y 1878) por las sospechas que sobre su familia fueron infundadas por las autoridades coloniales a raíz de los sucesos del Teatro Villanueva y del Café del Louvre, Antonio mantuvo una correspondencia con El Siglo XIX, periódico mexicano en el cual relató aspectos de la Guerra de los Diez Años.
“Junto a otros intelectuales reclamó ‘amplia autonomía para los cubanos como el único medio para terminar la guerra’. Después que tuvieron lugar los sucesos del Teatro Villanueva y del Café del Louvre, resultó sospechoso para las autoridades españolas. Por lo que a consecuencia de ello, su vivienda fue invadida y arrasada por miembros del Cuerpo de los Voluntarios Españoles, en esas circunstancias también perdió su inapreciable biblioteca. Tras los abusos y atropellos de los que fueron objeto su persona, familia y bienes; así como la desmedida persecución que sufrió, se vio obligado a emigrar con toda su familia a los Estados Unidos, a principios de 1869, cuando recién había comenzado la Guerra de los Diez Años. Y solo pudo regresar a la Patria después de firmado el Pacto del Zanjón en 1878”, comenta el intelectual e investigador Dr. Armando Hart.
Sus obras, pertinentes a la realidad que vivió y con un sobresaliente legado para la posteridad, aparecieron en la mayoría de las publicaciones del mayor archipiélago de las Antillas y también estuvieron en los Estados Unidos, donde sobresale Cuba, un artículo que apareció en la revista Appleton. Otros trabajos incluyen: Elementos de la Filosofía del Derecho (conocida como Curso de Derecho Natural), La Habana en dos Cuadros y Matilde o los Bandidos en Cuba.
“Su obra es savia fértil que impulsó la labor bibliográfica de discípulos y continuadores a fines del siglo XIX y que florece en la primera mitad del siglo XX, con la obra monumental de Carlos Manuel Trelles y Govín y resplandece como nunca antes a partir de 1959, en la obra de la Biblioteca Nacional de Cuba”, destaca la investigadora Araceli García Carranza.
Para Hart: “La insondable erudición de Bachiller se debe en buena medida a su talento inusual y, por supuesto, a su completa y docta formación académica, la que logró alcanzar al cursar estudios en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La Habana y en la propia Universidad capitalina, entre otras prestigiosas instituciones educacionales del país en las cuales completó su excelsa preparación”.
Refiriéndose a él, José Martí destacaría los méritos del letrado, contrastados para con su tiempo y circunstancias, y enfrentados a estos y los destinos de Cuba:
“Americano apasionado, cronista ejemplar, filólogo experto, arqueólogo famoso, filósofo asiduo, abogado justo, maestro amable, literato diligente, era orgullo de Cuba Bachiller y Morales, y ornato de su raza. Pero más que por aquella laboriosidad pasmosa, clave y auxiliar de todas sus demás virtudes; más que por aquellos anaqueles de saber que hacían de su mente capaz, una como biblioteca alejandrina; más que por aquel candor moral que en tiempos aciagos, y con la bota del amo en la frente, le tuvo entretenido, como en quehacer doméstico, en investigar las curiosidades más recónditas de su Cuba, de su América, y los modos más varios de serles útil; más que por aquella mezcla dichosa de ingenuidad y respeto en la defensa de sus juicios, y por la sencillez e ingenio con que trataba, como a amigos de su corazón, al principiante más terco y al niño más humilde; más que por aquella juventud perenne en que mantuvieron su inteligencia el afán de saber y la limpieza de su vida, fue Bachiller notable porque cuando pudo abandonar a su país o seguirlo en la crisis a que le tenían mal preparado su carácter pacífico, su filosofía generosa; su complacencia en las dignidades, su desconfianza en la empresa, sus hábitos de rico, dejó su casa de mármol con sus fuentes y sus flores, y sus libros, y sin más caudal que su mujer, se vino a vivir con el honor, donde las miradas no saludan, y el sol no calienta a los viejos, y cae la nieve”.