Arsenio Rodríguez. Una vanguardia atemporal en la música cubana

Arsenio Rodríguez. Una vanguardia atemporal en la música cubana
Foto: Cubasí.

El 30 de agosto de 1911 nació Ignacio Loyola Rodríguez Scull. Arsenio Rodríguez, como fuera conocido durante su vida, imbricó en su quehacer musical a algunas de las figuras más importantes del escenario artístico cubano. La pérdida de la vista tras un accidente con trece años de edad, no interrumpió la formación y alcance de uno de los artistas más representativos de la música tradicional en Cuba, autor pródigo con cerca de 200 canciones y creador de las bases de géneros como la salsa y el sol montuno, en un compás marcado por su entorno y la superación de las dificultades de la vida.

De acuerdo con el investigador Roberto Carlos Luján, el ingenio de Rodríguez estuvo fundamentada en la genialidad de su música y el desarrollo del guaguancó y del son cubano, a los cuales sumó un variado género de roles como multiintrumentista, director y compositor en un estilo asentado en la aparición de los conjuntos como nuevo formato interpretativo y sus respectivos aportes, marcados por su complejidad y perdurabilidad.

“Arsenio Rodríguez fue un músico genial con una capacidad de creación incomparable. Modificó el transcurso del son y estableció una forma personal de interpretación del guaguancó en el conjunto de música popular. Desde tiempos inmemoriales el quehacer artístico ha representado para los músicos de origen afro, en el Caribe particularmente, una posibilidad efectiva de movilidad social ascendente mediante la cual alcanzar el respeto y consideración de una comunidad artística específica, así como de la sociedad en general. El trabajo de Arsenio Rodríguez como tresista se ha considerado de extraordinario, por su invención de tumbaos interpretados con rápida digitación, los cuales no procedían de cierta naturaleza divina, sino de su temprana relación, experiencia e intensa práctica de la música afrocubana”.

Respecto a la aparición de los conjuntos, comentó en entrevista uno de los que homenajeó la obra de Arsenio, el compositor estadounidense Larry Harlow: “(…) antes de Arsenio no existían los conjuntos. Existían los sextetos, quintetos. Es Arsenio quien pone la tumbadora en el grupo de música cubana. Yo no creo que haya un grupo de salsa en este momento que no tenga tumbadoras en el grupo. Arsenio puso la tumbadora, después pone el piano y pasando el tiempo pone la segunda trompeta, tercera trompeta y arreglos más modernos para tres trompetas. Definitivamente, Arsenio es el papá de los conjuntos modernos. Arsenio es una persona como Dizzy Gillespie en la música americana, tú sabes, un campeón de la música de nuestro país. Arsenio fue mi inspiración con todas esas variaciones que le dio a la música”.

Varios artistas y conocedores de la música reconocen en la obra de Arsenio una fuente indiscutida por la cual ha transitado la evolución de gran parte de la música latina. Entre quienes se han aproximado a dicha impronta están Larry Harlow, Jerry y Andy González, Nelson González, Chocolate Armenteros, Guajiro Mirabal, Marc Ribot, Jorge Cabrera, Lucas Van Merjwick, Candido Antomatei, Adalberto Álvarez, El Nuevo Conjunto Arsenio Rodríguez, René López y Andy Kaufman, por citar algunos ejemplos.

En el universo representativo de sus canciones estuvo la herencia africana, aprehendida en los años de infancia y adolescencia, pero también estuvieron presentes el humor y el doble sentido, el amor… El reloj de Pastora, La yuca de Catalina, El divorcio, Mami, me gustó, Papa upa y Fuego en el 23 son algunas de sus creaciones más conocidas. En ese ámbito La vida es un sueño fue un puntal de las capacidades expresivas a las que Arsenio llegó con sus temas. Compuesta tras su arribo a Nueva York, tras una consulta en donde se le reafirmó que no podía recuperar la visión, Arsenio compuso la canción como un canto al destino y a la vida.

“El conjunto de Arsenio se convirtió en un paradigma de la ejecución de tumbaos múltiples, los cuales manifestados a través de instrumentos como el tres, la guitarra, el piano y el contrabajo, lograron un empaste sonoro original”, reitera Luján, quien asimismo, reconoce la manera particular en la cual el compositor cubano aglutinó diferentes instrumentos de la música popular en Cuba, y les asignó funciones específicas en concordancia con sus posibilidades expresivas, de cara a construir un conjunto sonoro orquestal a través del cual encaminó al son y el guaguancó hacia nuevos centros en la evolución de su interpretación.

“Sus logros deben ser examinados a la luz de su época social, en un medio artístico tan competitivo y discriminante se erigió en una figura dominante de un estilo interpretativo, con inquebrantable convicción impuso la utilización pública de las tumbadoras en un momento en el cual lo afrocubano “no hacía parte” legitimada de la idea representativa de nación cubana. Con su trabajo ejemplificó el ataque musical afrocubano de mayor transcendencia en la historia de la música popular de la isla. Sin duda, sus aportes deben ser examinados más allá de la música, tras su ubicación en el contexto social de su tiempo. La prohibición social, junto a las circunstancias técnicas precarias de la tecnología de aquel tiempo -primeras décadas del siglo XX- postergaron la aparición en escena y en grabaciones de los tambores cubanos, por lo cual su ejecución solo apareció de manera paulatina y subrepticia en la formación de algunas agrupaciones y en contadas grabaciones discográficas”, afirma Luján.

No tenemos solo en Arsenio al artífice de formas y variaciones compositivas e interpretativas, al narrador ubicuo de una subjetividad apremiada por los obstáculos de una existencia ante la cual nunca claudicó, o el representante manido de un estilo fijo, dispuesto a perecer en el tiempo. Hay en él la presencia del deseo de hacer y conocer, la inquietud de una existencia de origen humilde en un ambiente sin muchas oportunidades, al cual se impuso de forma personal y altiva, con una vanguardia atemporal que revolucionó la música latina. Hay un antes y un después de Arsenio Rodríguez. No abundan quienes puedan presumir de improntas como la suya.

Lázaro Hernández Rey