Beatriz Márquez: el canto y la defensa de la música cubana

Beatriz Márquez: el canto y la defensa de la música cubana
Foto: Prensa Latina

La Musicalísima, epíteto con el cual la inmortalizó el guionista Orlando Quiroga, nació el 17 de febrero del año 1952 en La Habana. En esa ciudad inició su carrera artística con 16 años de la mano de su padre, el compositor y cantante René Márquez: “(…) yo era esa guajirita de Mantilla, La Habana, que estudió después en el Conservatorio Amadeo Roldán, luego la Escuela Nacional de Arte (ENA), hasta que comencé mi carrera como solista y aquí estoy, tratando de dar lo mejor de mí, de ayudar a esas personas que me brindaron su mano a lo largo de estos años y de apoyar a las nuevas generaciones siempre dándoles buenos consejos”.

Un vistazo a su trayectoria nos recuerda destacadas interpretaciones de compositores como su propio padre, Marta Valdés, Germán Nogueira o Silvio Rodríguez. A ello es menester añadir las propias composiciones de Beatriz y el complemento de sus interpretaciones. Ambas, aupadas en géneros como el bolero y la canción, la convierten en una de las figuras de referencia del género romántico en Cuba.

Foto: Cubasí.

Las capacidades interpretativas, su tesitura vocal y la afinación complementan la impronta de la Márquez como una de las cantantes más reconocidas de la canción romántica en Cuba. Sobre ella expresó el crítico de arte Frank Padrón: “En seis placas (…) ha demostrado su coherente desarrollo profesional, sus líneas y matices (…) sus diferentes autores -que en las últimas muestras incluyen con bastante frecuencia composiciones propias-, la evolutiva concepción orquestal, enriquecida con nuevas sonoridades y su propia madurez interpretativa. Si bien no siempre el repertorio ha sido óptimo, las composiciones han arrojado evidentes desniveles, ni todos los discos presentan la misma calidad, hay que reconocer en Beatriz Márquez un sólido avatar discográfico”.

Al decir de José Ramón Artigas: “Este tipo de cantantes necesita actos de justicia, de respeto y por qué no, de veneración”. Por su parte, el realizador y crítico Guille Vilar compartía con estas palabras su admiración por la Musicalísima cuando se refirió a Libre de Pecado, fonograma merecedor del Premio Cubadisco en el año 2018:

“(…) ahí está el timbre de Beatriz Márquez, el inconfundible estilo de La Musicalísima, prestigiosa veterana que se conserva incólume de cuantas lides por el predominio de la belleza en la canción no podemos llegar a imaginar, y con la misma voz desde el primer día en que asumió la profesión, a los 16 años de edad. En Beatriz se agolpan virtudes que la convierten en una vocalista capaz de hechizarnos cuando se le escucha cantar. Se trata de algo que va mucho más allá del don con que ha sido bendecida, a la hora de saber colocar la voz como toca, para decir los sentimientos que se expresan en cada canción.

“La conjunción espontánea de esa afinación perfecta, el talento y el exigente rigor implícito simultáneamente en el deseo de evocar una entrega apasionada, corresponden a una de las grandes cantantes en la historia de la música cubana”.

Márquez también recibió en 2015 el Premio Nacional de Música por la obra de toda la vida. En su vida el Concurso Adolfo Guzmán desempeñó un papel destacado. En él participó como intérprete y más tarde integró el jurado del certamen, en el cual dejó estampas que resumen el empeño y dedicación de esta artista por la música. Tal fue el caso, por ejemplo, de la edición de 1980, en la cual el público, emocionado, aplaudió vigorosamente su interpretación de Amar, vivir, de Richard Egües y no la dejó finalizar el tema, como muestra de la admiración y consideraciones por su presencia.

Como apuntó la periodista Ana Rosa Perdomo Sangermés, el privilegio de su cálida y melodiosa voz le otorga vida a las letras que interpreta o de las cuales se inspira: “Poseedora de un oído absoluto para el prestigio y el reconocimiento, Beatriz Márquez Castro sabe cómo poner su talento y respeto por su arte en el lugar exacto de la canción romántica, el sentimiento y el bolero que ella siempre ha elegido, ciertamente, como géneros de su música extraordinaria”.

A esa labor nada desdeñable se añaden la marca representativa de su presencia en festivales y competiciones foráneas y nacionales. En ellas, Beatriz ensalzó el nombre de Cuba con la profesionalidad y dedicación de una artista cuya relevancia resiste el paso del tiempo. Como afirma Ana Rosa: “La Musicalísima, como todos la identifican, preserva la belleza en su expresión vocal que siempre acompaña su rostro y simplicidad, como si los años no pasaran. Su audiencia siempre la prefiere, en cualquier escenario”.

Lázaro Hernández Rey