Capitolio Nacional de Cuba, un símbolo de la voluntad de la nación

Capitolio Nacional de Cuba, un símbolo de la voluntad de la nación
Foto: Museo del Capitolio de La Habana en Facebook

Majestuoso e imponente se levanta desde hace 95 años el Capitolio Nacional de Cuba, ubicado en el Centro Histórico de La Habana y que guarda una historia intensa con sus enredos de la vida política republicana, cuando fue inaugurado aquel martes 8 de octubre ante numerosos invitados y personalidades del gobierno, encabezado por el presidente de turno Gerardo Machado (1871-1939).

Los jubilosos capitalinos, agrupados en sus alrededores, descubrían entonces con ojos asombrados aquella belleza arquitectónica ya terminada, y cuya construcción, durante tres años, había llamado la atención de cuanto transeúnte se acercaba por esa zona, sobre todo por la belleza de su cúpula de estilo renacentista.

En 2019, noventa años después, y en saludo al aniversario 500 de La Habana, terminaba la restauración de la monumental obra, de gran impacto urbano y simbólico, con su cúpula distintiva del perfil capitalino, con un brillo nuevo y reluciente, fruto de la voluntad política del gobierno cubano y del empeño de la Oficina del Historiador de la Ciudad, dirigida por el doctor Eusebio Leal Spengler.

Si son colosales los datos que se conservan de su escala y las cifras que acompañaron su construcción en la década de los años veinte, también lo fue el trabajo para restaurarlo y devolverle su mejor imagen. Para Leal, artífice de la rehabilitación patrimonial capitalina, se trataba de la restauración de una obra magnífica, de muchos detalles no solamente en su cúpula, sino en el Salón de los Pasos Perdidos, con la Estatua de la República, y con la piedra preciosa que sustituyó el diamante original, como referente del kilómetro cero de la Carretera Central.

Era en definitiva una obra, donde se debían conservar todos los elementos que contiene, muchos y muy diversos: maderas preciosas, bronces, mármoles, terrazos integrales, todo de excelente calidad. Pero también se debían conservar todos los sistemas, empotramientos, para reutilizarlos en los nuevos que serían añadidos. Y a ello se volcó Leal con toda la conmoción que le embargaba cuando se trataba de su Patria y de su Habana, junto a un grupo de reconocidos arquitectos e ingenieros.

Para orgullo de Cuba, como él mismo reconociera, “esa obra de restauración tan esforzada, tan ardua, es un símbolo de la voluntad de la nación por proteger su pasado».

Todo ello se hizo respetando hasta lo posible lo diseñado desde los inicios de la obra nueve décadas atrás y durante todo su desarrollo, porque la construcción del Capitolio de La Habana estuvo sometida a continuos desafíos técnicos, que conminaban a los técnicos a adecuar soluciones para aligerar pesos y reducir tiempos, aunque los cargos y labores de supervisión de obra y su documentación recayeron casi siempre en la Secretaría de Obras Públicas cubana y en el personal delegado por ellos en aquella época.

En este aniversario 95 del Capitolio, tal parece que Leal desanda sus pasillos y escaleras, como un cubano consagrado, patriota, justo, sincero, emprendedor de imposibles, como su vida toda. A él va dedicado el homenaje en este día, porque allí también se guarda su impronta, su dedicación, su pensamiento, su sentido de lo bueno y de lo bello.

Y nos regalaría en esta fecha, con su verbo hermoso, nuevos tributos a esa colosal obra, como a toda su Habana, y el reclamo a cuidar cada palmo de ciudad y de reconstrucción como valioso testimonio del país que diseñamos desde el pasado, reconstruimos en el presente y conservamos para el futuro.

Ana Rosa Perdomo Sangermés