Carlos Manuel de Céspedes y el llamado a la independencia

Cuando el 10 de octubre de 1868 Carlos Manuel de Céspedes encabeza el alzamiento y libera a sus esclavos, adelantándose a los planes de otros hacendados en la zona oriental de la Isla, se inició la lucha armada contra la dominación colonial española en Cuba. La fecha, ceñida entre otros factores por la delación y la promulgación de su arresto, no fue una iniciativa más del docto bayamés, ni una afrenta a los otros organizadores, por más que así lo hayan percibido algunos de sus contemporáneos y otros analistas en un juicio superficial de la historia.
Céspedes, como apunta el investigador y escritor Rafael Acosta de Arriba, fue el único de su generación capaz de leer y descifrar los códigos ocultos que dan fundamento a un país. La espera al año 1869, propuesta para acumular más recursos en pos de la guerra a iniciar estaba además condicionada por los cambios en las cortes españolas, donde los llamamientos a reformas podían derivar en la falta de apoyo a la causa de la independencia.
Durante su formación, el patricio bayamés tuvo un impase tras su viaje a Europa. Las experiencias de allí y el contraste con el estado de la tierra que lo vio nacer, adscrita a una metrópoli que normalizaba el atraso aún para los estándares del mundo por aquel entonces, planteó la urgencia de romper lazos y estados con España, la cual no renunciaría a mantener a Cuba en sus manos.
“Para Céspedes y muchos de sus familiares y amigos que lo siguieron a la manigua, la única salida a la crisis colonial era la lucha armada para alcanzar la soberanía. Su llamado a la lucha fue seguido por otro de sus aportes a la revolución anticolonialista, que fue: la organización de un importante ejército popular en la manigua, compuesto por aristócratas, terratenientes, campesinos, negros y mulatos libres que realizaban labores agrícolas por un pequeño jornal, y una masa de ex esclavos que siguieron a sus amos a la campiña redentora y fueron allí tomando conciencia de clase en sí y para sí”, expresa la profesora e investigadora Mercedes García Rodríguez.
La radicalización de las propuestas, más allá de los errores, el regionalismo y la división en las filas cubanas, no resta importancia a la concepción cespedista de un país con un destino desligado del yugo colonial español. En ese recorrido, no obstante, el sentido de pertenencia ascendía sobre la estructura colonial para confirmar la fuerza de una cubanía en ascenso. Como refiere Lam:
“En toda su actuación y su reflexionar, resumido en el proselitismo con la religión; la exhortación a la unidad de los emigrados; el reconocimiento al papel de las capas más humildes de la población; la convocatoria a sumar a los españoles que abrazaron la causa o no mostraron animosidad, incluso para que integraran el gobierno; su radical abolicionismo; y la avanzada posición personal ante el tema racial, el bayamés se anticipó a la medular tesis martiana de hacer una república `con todos y para el bien de todos´”.
En ese proyecto la independencia y la abolición total de la esclavitud se vincularon en un movimiento económico dinámico, inherente a la modernidad y al progreso, que tenía que pasar por una revolución social, como destaca Mercedes García: “Y es que no fue aquella una insurrección política en busca solo de la independencia; Céspedes la concibió como una revolución con varios objetivos a la par, entre ellos hay tres de máxima importancia: la independencia del poder colonial español, la abolición de la esclavitud, y la transformación económica de una colonia de esclavitud y plantaciones a una nación moderna, vinculando el sistema fabril no solo a la red urbana sino a la agricultura, con la necesaria revolución del pensamiento científico, la cultura y las costumbres ciudadanas que exigía una república nueva de corte capitalista”.
Su muerte (adjudicada al contexto por unos y a una delación por otros, habida cuenta de la inaccesibilidad de la zona en la cual se encontraba) marcó una pérdida enorme para la causa independentista cubana. En su fuero interno, al decir de Rafael Lam, el Padre de la Patria estaba liberado:
“De lo que estoy convencido es que Céspedes fue allí absolutamente libre desde la perspectiva política; libre del yugo colonial de España, el primero en serlo, libre de sus ataduras con el poder revolucionario cuando fue echado de este y no titubeó ni un segundo en rechazar la opción de recuperarlo; acaso quedó dependiendo solamente de los demonios interiores, sus pesadillas y las dificultades que, a esa altura de su vida aquejaban a sus afectos, ese tipo de problemas de los que el hombre solo puede librarse con la muerte. Y es que los hombres auténticamente libres son muy raros, solo lo son aquellos que merecen serlo. La libertad es una conquista individual y Carlos Manuel la obtuvo por su determinación, entereza de carácter, cultura y eticidad”.