Carpentier y la interpretación de la realidad

Carpentier y la interpretación de la realidad

“Nuestro deber es pensar menos en la muerte y más en la circunstancia de la obra, que en el caso de Alejo Carpentier es perdurable y gloriosa”. De esa manera recordó Jorge Luis Borges la partida física de Carpentier. La impronta del escritor cubano trascendió el marco literario y llegó con perdurable fuerza en otros géneros como el ensayo, donde sus producciones, en particular las referidas a la música cubana, perduran como referencia hoy en día.

Uno de los conceptos más establecidos en su obra es el de lo real maravilloso. Renegando la influencia del movimiento surrealista en Francia, Alejo desarrolla su interpretación de la realidad desde las pautas identitarias de los pueblos del continente.

“La ensayística de Alejo Carpentier (…) gira sobre el eje fundamental de América, comprendida e interpretada en su compleja formación cultural, destino histórico y singular expresión musical y literaria. Esa visión, que lo conduce a su revaloración del destino sincrético y expansivo de España, se centra en el concepto de lo Real-Maravilloso-Americano, el Barroco, y un género favorito, la Novela”, refiere la investigadora Graciela Maturo.

En ese contexto aparecen, asimismo, la novela como instrumento de autoformación personal y comprensión histórica, las referencias a la misión de los intelectuales, el compromiso histórico y la confluencia de Oriente y Occidente en América. “(…) es un filósofo de la Historia, a la cual no visualiza desde la superficie del tapiz, sino desde los planos ocultos de su trama, revelando su dibujo intrahistórico”, apunta Graciela.

El redescubrimiento del continente y sus particularidades estuvo precedido por movimientos como el regionalismo de los años veinte y los trabajos posteriores de Ángel Rama y de autores como José María Arguedas, Miguel Ángel Asturias o Augusto Roa Bastos para la construcción de una narrativa compleja en la cual se mezclan las culturas de América Latina. Así lo considera el escritor Edmundo Paz Soldán, quien también apunta cómo las búsquedas artísticas de Alejo no dejan de ser menos artificiales que las del surrealismo europeo:

“Lo interesante, aquí, es destacar la forma en que se legitima un proyecto literario: a través de la contraposición con el arte europeo y su posterior descarte, y a través del gesto político, controvertido de dar a un aspecto del continente una cualidad esencialista capaz de generalizarse a todo el continente. Así, un proyecto literario se transforma en, a la vez, una ontología y una gnoseología”.

Para Carpentier la maravilla de lo real no lleva implícito un gusto innato, sino el reconocimiento de su particularidad como acontecimiento. Así lo comentaba en un discurso:

“La palabra “maravilloso” ha perdido con el tiempo y con el uso su verdadero sentido, y lo ha perdido hasta tal punto, que se produce, con la palabra “maravilloso”, lo “maravilloso”, una confusión de tipo conceptual tan grande, como la que se forma con la palabra “barroco” o con la palabra “clasicismo”. Los diccionarios nos dicen que lo maravilloso es lo que causa admiración, por ser extraordinario, excelente, admirable. A ellos se une en el acto la noción de que todo lo maravilloso ha de ser bello, hermoso y amable. Cuando lo único que debiera ser recordado de la definición de los diccionarios es lo que se refiere a lo extraordinario. Lo extraordinario no es bello ni hermoso por fuerza. Ni es bello ni feo, es más que nada sombroso por lo insólito. Todo lo insólito, todo lo asombroso, todo lo que se sale de las normas establecidas es maravilloso”.

Y esa vertiente transgredió lo que él entendió como europeizante desde la defensa misma de la identidad americana, barroca por naturaleza, con un arte capaz de romper sus propios márgenes y establecer otros. En ese contexto, la conciencia del hombre americano transita por el criollo y ante el papel definitivo de ese vínculo, Carpentier nos invita a ser más humildes, sosegados y conscientes.

“Lo real maravilloso, en cambio, que yo defiendo, y es lo real maravilloso nuestro, es el que encontramos al estado bruto, latente, omnipresente, en todo lo latinoamericano (…) Nuestro mundo es barroco por la arquitectura -eso no hay ni que demostrarlo-, por el enrevesamiento y la complejidad de su naturaleza y su vegetación, por la policromía de cuanto nos circunda, por la pulsión telúrica de los fenómenos a que estamos todavía sometidos”.

Lázaro Hernández Rey