Céspedes abrió el camino luminoso de la libertad
“Ni Cuba ni la historia olvidarán que el que llegó a ser el primero en la guerra, comenzó siendo el primero en elegir el respeto de la ley…”, fue la frase con la que José Martí logró sintetizar, a través de su artículo El 10 de abril (1869), su gran valoración sobre Carlos Manuel de Céspedes, a partir de que la evocación del pasado le sirviera, en su estrategia textual, para hablar del presente en marcha.
A partir de la Convención de Tirsán, reunión conspirativa efectuada en la localidad tunera de San Miguel de Rompe, apenas dos meses antes del inicio de la guerra independentista protagonizada por él, todos los hechos de su vida, ya indiscutiblemente ligados a la causa revolucionaria, son bien conocidos: el 10 de Octubre en el ingenio La Demajagua, la cuestión de la libertad de los esclavos, la jefatura de la Revolución, su posterior designación como Presidente de la República en Armas, los problemas que tuvo que afrontar durante el ejercicio de su mandato…
Del Carlos Manuel de Céspedes de antes de la guerra, sin embargo, se sabe menos. No fue la etapa en que sus actitudes y decisiones están influyendo en los destinos de Cuba, pero es el tiempo a lo largo del cual se gestan.
El hombre de la brillante arenga en aquella Convención fue, como la mayoría de los jefes revolucionarios de 1868, un criollo de posición desahogada y, como algunos de ellos, un prestigioso intelectual.
Para entonces era el propietario del ingenio ya mencionado, cuyas tierras y calidad de las cañas eran magníficas. Había ejercido la abogacía durante los veinte años anteriores a la guerra, primero en Bayamo y luego en Manzanillo, ganando en clientela y fama en virtud de sus conocimientos y sus descollantes características personales. Además, sobresalía por su vasta cultura y muchas publicaciones, a partir de colaboraciones literarias.
A todo esto sumaba Céspedes una marcada inclinación hacia el deporte. Cuentan algunos de sus contemporáneos que se destacó en ellos desde los años de su establecimiento como profesional en Bayamo, sobre todo en la caza, equitación, gimnasia, natación, y llegó a considerársele perito en ajedrez. Como constancia de este último, legó algunos estudios al respecto.
Pero lo que más marcó la vida de Céspedes fue el hecho de que con poco más de veinte años de edad quedó fichado por el gobierno español como desafecto al régimen, por lo cual sufrió varias prisiones y destierros.
A 205 años de su natalicio se le recuerda en el lugar sagrado de la Patria como lo que fue: un hombre con maduración revolucionaria paulatina, que vigorosamente asume importantes misiones y responsabilidades, muy firme en su investidura, y con plena convicción de las ideas que defendía.
Por eso no es de extrañar que tempranamente advirtiera también sobre el peligro de la dominación norteamericana en su Patria, cuando en carta a José Manuel Mestre Domínguez -abogado, profesor y notable escritor sobre temas de Jurisprudencia- le expresara con firmeza: “Por lo que respecta a Estados Unidos, tal vez esté equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación y, entretanto, que no salga del dominio de España”.