Compay Segundo, una sonoridad singular en la trova cubana

Una sonoridad singular en la trova cubana tuvo el músico Máximo Francisco Repilado Muñoz, a quien todos conocen por su nombre artístico: Compay Segundo. Este particular sonido, junto con la creación de un nuevo instrumento cordófono, lo convirtieron en todo un innovador.
La fama y la fortuna tocaron a su puerta con muchos años de retraso, convirtiéndolo en el trovador de mayor edad reconocido cuando, frisando las nueve décadas de existencia, hizo bailar y escuchar a públicos de diversas latitudes.
Guitarrista, clarinetista y compositor, Compay nació en la siempre hospitalaria Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1907. Con una larga trayectoria en el arte de ordenar los sonidos, llenó su zurrón musical con más de un centenar de creaciones propias, entre las que quienes gustamos de su arte no podremos olvidar los sones Sarandonga, La calabaza, Saludos, compay y la que quizás tenga más adeptos: aquella donde describe su itinerario desde Alto Cedro hasta Marcané y luego hasta Mayarí: Chan chan.
Este gacetillero tuvo la inigualable oportunidad de conocerlo personalmente, no entre bambalinas sino en su propio hogar, en un horario en el que aun no se había puesto su inseparable sombrero de jipijapa, y tenía entre sus dedos el primer tabaco del día, todavía sin encender, en espera de degustar el café matutino.
De hablar pausado y ademanes amables, Compay heredó la sabiduría de los trovadores tradicionales de su ciudad natal, cuna del son y del bolero. Nació arrullado por la poesía de la naturaleza en una de las playas más bellas de Cuba, Siboney, cerca de la ciudad heroica.
Su origen fue humilde, en una familia de campesinos, y de su abuela, una esclava liberta que vivió 115 años, heredó el hábito de fumar, y seguramente, los genes de la longevidad.
En 1916, a los nueve años de edad, se trasladó con su familia a la zona urbana de Santiago de Cuba, cuando su padre fue cesanteado de su trabajo en el ferrocarril. Allí Compay empezó a ganarse la vida como barbero, pero, al igual que cuatro de sus siete hermanos, llevaba muy dentro el germen de la música.
Para ayudar a la economía familiar, en Santiago aprendió también el oficio de torcedor y trabajó en la fábrica de habanos Montecristo.
Simultáneamente, estudiaba música con Noemí Toro, una joven intérprete de mandolina y violín, hija del director de la escuela primaria a la que asistía.
Cuando ella le aseguró que ya podía tocar un instrumento, Francisco escogió el clarinete, que compró a un aficionado al cual pagó torciendo tabacos en un chinchal de su propiedad.
Luego empezó a tocar la guitarra y el tres cubano, y a partir de ambos instrumentos inventó uno nuevo: el armónico, una guitarra de siete cuerdas, en la que una de ellas repite la nota sol.
Tocando el tres hizo su primer viaje a La Habana en 1929, con la Banda Municipal de Música de Santiago de Cuba, con motivo de la inauguración del Capitolio Nacional de Cuba.
Nuevamente viajó a la capital cubana acompañando al guarachero Ñico Saquito y su conjunto, y en esa ocasión decidió radicarse en esa ciudad.
En la década de 1940, se integró como clarinetista al conjunto de Miguel Matamoros y tuvo la oportunidad de trabajar con Benny Moré.
Siguió su primer viaje a México, donde se unió a otro joven músico coterráneo: Lorenzo Hierrezuelo, con quien fundó, en 1942, el dúo Los Compadres.
Hierrezuelo interpretaba la voz prima y Repilado la segunda, lo que originó el seudónimo de Compay Segundo, con el que quedaría marcada su carrera artística. Además de su trabajo con Hierrezuelo, Matamoros y Ñico Saquito, Compay integró el Sexteto Los Seis Ases y el Cuarteto Cubanacán.
En la década de 1980 formó su propia agrupación con un estilo y sonoridad únicos, presentándose en La Habana y viajando a los Estados Unidos, España, Inglaterra, Suiza, Italia, Francia, Guadalupe, Trinidad y Tobago, y otras naciones caribeñas, donde alcanzó gran popularidad.
Su voz grave y redonda acompañó a cantantes de fama mundial, y en 1998 participó activamente en la grabación del disco Buena Vista Social Club, que obtuvo el premio Grammy.
Entre sus numerosos lauros destacan el Águila de Cristal (otorgado en Francia a personalidades), el Sello de Laureado (máxima condecoración del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura de Cuba por la obra de la vida), el Grammy a fines de los años 90 y la Distinción por Cultura Nacional y la Orden Félix Varela. Su discografía supera la veintena de títulos y también incursionó en el séptimo arte.
Máximo Francisco Repilado Muñoz, o mejor Compay Segundo, falleció en La Habana el 14 de julio de 2003. Aunque no cumplió su sueño de alcanzar la longevidad de su abuela, durante sus 95 años vivió intensamente y creó una obra grandiosa.
Hoy su arte sigue siendo disfrutado por quienes amamos la música tradicional cubana, esa que, según los entendidos, se baila en un solo ladrillo.