Con todos y para el bien de todos: la arenga del corazón y la conciencia

Con todos y para el bien de todos: la arenga del corazón y la conciencia
Imagen tomada del Sitio Digital Pensando Américas

El 26 de noviembre de 1891 José Martí pronunció un discurso ante el gremio de tabacaleros en el Liceo Cubano de Tampa. Con todos y para el bien de todos, como sería conocido, fue taquigrafiado por Francisco María González, estenógrafo y lector de tabaquería en la fábrica El Gato. El material, reproducido más tarde, sirvió para aunar voluntades en torno a la causa independentista en la emigración.

Su lectura impresiona. Imaginarse al Apóstol declamando esas palabras, conmueve. Por entonces, como ahora, las ideas sobre el destino de Cuba no eran homogéneas en la emigración. Con ese pronunciamiento Martí no solo descolló como figura para la empresa independentista, sino también como el organizador principal de esa iniciativa, organizada alrededor del Partido Revolucionario Cubano (PRC).

“Era vital en ese momento de la historia de Cuba, crear un partido de nuevo tipo que no respondiera a las viejas estructuras y que fuese capaz de guiar la causa revolucionaria”, apunta el Doctor en Ciencias Históricas, Eduardo Torres Cuevas.

Considerando las circunstancias de aquel momento, esa concepción y claridad nos revelan otros motivos para admirar la grandeza de quien antepuso el proyecto de patria a su propia existencia, sin ignorar las adversidades ni desmoronarse ante el peso de las confrontaciones.

Dicha entrega discurrió por caminos de sacrificio en una obra que merece ser admirada en toda su amplitud y para la cual es necesario pensar, comparar y valorar la historia cabalmente.

“Él movilizó a la comunidad con un entusiasmo no visto en el sur de Florida en muchos años, especialmente con su sensibilidad hacia la cultura, las preocupaciones económicas, la realidad racial y las perspectivas políticas (…) los trabajadores de Tampa respondieron a la oratoria de Martí y a la esencia de su mensaje de unidad política y justicia racial y política”, destaca el historiador estadounidense Gerald E. Poyo.

Junto al dominio magistral de la palabra, hilvanada con argumentos y reflexiones, Martí incorporó a las aspiraciones independentistas la posibilidad (manifiesta como una certeza firme en su verbo) de construir una república como la descrita por él.

El carácter unificador y movilizador de su discurso ha sido exaltado en múltiples ocasiones. De igual forma, las consideraciones para sumar a los actores de esa gesta, independientemente de su formación, raza o procedencia, elevaron el nivel de convocatoria del pronunciamiento.

“La exhortación martiana para este entonces, y donde encontramos lo trascendental de su discurso, radica en el llamado a la construcción de una república donde intervengan, además, todos esos sectores solapados y que paradójicamente eran los que con mayor fuerza se habían adherido al movimiento revolucionario”, afirma Torres Cuevas.

“La mayor parte de sus ideas políticas todavía son un referente necesario para la construcción de una sociedad nueva, para la fundación de una sociedad más justa, sobre todo, libre de odio”, refiere el también Doctor en Ciencias Históricas, Ibrahim Hidalgo.

Igualmente están los apuntes a la división interna y los obstáculos definidos por el sesgo, los prejuicios, el regionalismo, el personalismo o la vanidad, y aparecen el apoyo y la distinción de lo autóctono como herramientas en las luchas para reivindicar la identidad y forjar una nación en la última década del siglo XIX.

La revolución de justicia y de realidad para el reconocimiento y la práctica franca de las libertades, a la cual hace referencia Martí, tiene uno de sus puntos cardinales, precisamente, en la verdad, y él invita a entrar en ella “(…) con la camisa al codo, como entra en la res el carnicero”. No es lícito adornarla y menos cuando se explicitan los sacrificios de tal convocatoria.

Como explica nuestro Héroe Nacional al inicio de su arenga:

“(…) creo aún más en la república de ojos abiertos, ni insensata ni tímida, ni togada ni descuellada, ni sobreculta ni inculta, desde que veo, por los avisos sagrados del corazón, juntos en esta noche de fuerza y pensamiento, juntos para ahora y para después, juntos para mientras impere el patriotismo, a los cubanos que ponen su opinión franca y libre por sobre todas las cosas, y a un cubano que se las respeta.”

Dicha matriz, heterogénea en su hechura y cubana en su raíz, ha forjado nuestra historia, esa que necesitamos, pero no siempre recordamos, con todos y para el bien de todos.

Lázaro Hernández Rey