Dulce María Borrero y la vocación por la humanidad

Dulce María Borrero y la vocación por la humanidad

Defensora de los derechos de la mujer, poetisa, dibujante, publicista y pedagoga cubana, Dulce María Borrero representa una de las facetas más laboriosas, exigentes y comprometidas en la historia nacional, lo cual no solo dio fe de su resolución y entereza, sino también de los conocimientos cultivados desde su niñez, la educación en letras y la tradición familiar enarbolada por su padre, el Dr. Esteban Borrero, y su hermana Juana.

A causa de la gesta del 95 y tras una irrupción del grupo de voluntarios en el hogar paterno, la familia de Dulce María se estableció en Cayo Hueso, lugar en donde publicaría en la Revista de la localidad. Posteriormente se establecieron en Costa Rica por un empleo de su padre y más tarde, hacia 1899 retornaron a Cuba.

La década que inauguró el siglo XX atestiguó el desarrollo de Dulce María como escritora, lo cual no solo ayudaría a reconocerla sólidamente en el mundo literario, sino que también le posibilitó desarrollar varios estudios en pos de los derechos de las mujeres y por la enseñanza de la educación, como es el caso de artículos como «La fiesta intelectual de la mujer: su actual significado; su misión ulterior» (1935) y «La mujer como factor de paz» (1938). Asimismo fue miembro de número de la Academia Nacional de Artes y Letras desde la fundación de la misma en 1910 y codirigió los Anales de dicha institución junto con Miguel Ángel Carbonell.

De tal suerte, en 1908 obtuvo el primer premio de los Juegos Florales del Ateneo de La Habana; en 1918 testificó ante el Congreso en apoyo a la Ley del Divorcio de ese año, pues desde el periodismo defendió la necesidad de proteger a las mujeres en los espacios de trabajo.

En el segundo Congreso Nacional de Mujeres (1925) Borrero manifestó su rechazo a la negativa de las delegadas a aprobar la resolución de Ofelia Domínguez para que los niños concebidos fuera del matrimonio tuvieran los mismos derechos.

Entre las revistas donde escribió están El Fígaro, la Revista Bimestre Cubana, Social, Cuba y América, Revista Cubana, La mujer moderna y Cuba Contemporánea, en esta última, la única mujer en la nómina de redactores. En 1935 asumió la dirección de cultura del Ministerio de Educación y hacia 1937 creó la Asociación Bibliográfica de Cuba.

También integró la junta directiva de la Asociación Protectora del Preso y desarrolló un conjunto de actividades mediante ciclos de conferencias mensuales para difundir obras significativas de la literatura universal, según apunta la investigadora Ivón Muñoz Fernández, a propósito de la creación de la Asociación Bibliográfica de Cuba: “A través de esta organización se crearon buzones benéfico-culturales para recoger libros, folletos y revistas y enviarlos a las cárceles, los hospitales y los reformatorios de menores”.

“La faceta ensayística de Dulce María es reveladora de sus intereses y preocupaciones sociales con particular énfasis en la enseñanza. Los titulares de sus conferencias publicadas -‘El matrimonio en Cuba’, ‘El arte característico y su libre desarrollo fuera de la tiranía escolar’, ‘El magisterio y el porvenir de Cuba”, “La mujer como factor de paz’…— revelan el diapasón de las inquietudes de la escritora, considerada una figura relevante como educadora, conferencista y representante del incipiente movimiento feminista”, manifiesta el investigador Leonardo Depestre Cantony.

Dulce María también integró y fue elegida presidenta de honor de la Asociación Nacional Femenina de Prensa y propuso la celebración del Día de los Padres, el cual se conmemoró el 9 de junio de 1938. En opinión de Muñoz ello la sitúa: “(…) como una figura precursora de las nuevas masculinidades, de resignificar el papel del hombre en la educación y formación de los hijos” y confirma que:

“El gran mérito de Dulce María fue el de poseer un agudo y crítico sentido de la observación y el análisis, no solo con respecto al arte y las letras, sino a la manera en que lo hubiera hecho una socióloga o una verdadera politóloga. Hizo mucho por la incorporación de las cubanas a la educación y la cultura. Y esa labor merece reconocimiento”.

Lázaro Hernández Rey