El Teatro como razón e inspiración en la vida de Rolando Ferrer

El Teatro como razón e inspiración en la vida de Rolando Ferrer

En agrupaciones teatrales como Las Máscaras, La Rueda, y Rita Montaner, el cubano Rolando Ferrer dejó huellas imperecederas. Aunque nació en Santiago de Cuba en la década de los años 20 del siglo pasado, su carrera como uno de los dramaturgos más brillantes del país se consolidó después, en La Habana. 

Datos biográficos señalan que con el objetivo de cursar estudios de Medicina, Ferrer viajó a la capital en 1942. Aunque sin demoras abandonó ese camino para dedicarse al teatro, necesidades económicas lo llevaron a invertir tiempo en oficios como vendedor de seguros y tramoyista. En su juventud también tuvo que sortear obstáculos desde los puestos de profesor, actor, y escritor de cuentos y poemas. 

Siguiendo su verdadera pasión, conecta de manera especial con las presentaciones del Grupo Las Máscaras, dirigido por Andrés Castro, hasta que en 1950 logra estrenar allí su obra teatral La hija de Nacho. Antes había escrito Soledad, Otra vez la noche y Cita en el espejo.

Según el Portal Cubarte, en ese periodo “Ferrer encausa sus búsquedas reflexivas hacia los conflictos psico-sociales del hombre de su tiempo y asume en todas sus piezas un afán por plasmar la realidad cubana con sus contradicciones existenciales”.

“En enero de 1954, sube a la escena del Palacio de los Yesistas en la calle Xifré y Maloja, en La Habana, su obra Lila, la mariposa, interpretada por el Grupo Las Máscaras, considerada su obra cumbre, por la reflexión acerca de la realidad social, la indagación sobre los valores humanos y el tratamiento psicológico en la construcción de los personajes”, agrega el sito digital.

Lila, la mariposa es considerada una obra imprescindible en la historia de la dramaturgia cubana, por lo antes expuesto y por las personalidades que logró reunir. Por ejemplo, el personaje protagónico de Marino, fue interpretado por el Premio Nacional de Cine, Enrique Pineda Barnet, y la escenografía estuvo a cargo del reconocido artista de la Plástica, Raúl Martínez.

Por el tono de frustración y desgarramiento social que caracterizaban sus resultados creativos, y sus acciones en contra de los intereses del gobierno de Fulgencio Batista, Ferrer cumplió un periodo de exilio en Canadá, hasta que el triunfo de la Revolución en enero de 1959 abrió la posibilidad de regresar a su Patria. 

Desde 1960 trabajó como profesor de Historia del Teatro en el Departamento de Aficionados del Teatro Nacional de Cuba, y luego como asesor literario y director artístico del grupo La Rueda. Su impronta estuvo presente también al codirigir con Abelardo Estorino la puesta en escena de Las brujas de Salem, original del norteamericano Arthur Miller, en 1961. 

La taza de café (1959), Función homenaje (1960), El corte (1961), Fiquito (1961), Los próceres (1963) y Las de enfrente (1964), fueron algunas de las obras de teatro que escribió Ferrer a partir de la nueva dinámica social. Asimismo realizó numerosas versiones teatrales de obras clásicas universales, así como escritos con un enfoque periodístico para las revistas Bohemia, Carteles y Ciclón.

El 19 de enero de 1976, fecha hasta la que sostenía desde su talento y creatividad un exitoso vínculo con el Grupo de Teatro Rita Montaner, falleció este dramaturgo que nos legó un quehacer que atesoramos como parte esencial de la Cultura nacional. 

José Luis Alvarez Suárez