El virtuosismo musical de Alejandro García Caturla
Resulta sorprendente que sin haber ejercido como músico profesional, sino como abogado de su natal Remedios, de la zona central del país, Alejandro García Caturla hubiera compuesto la ópera bufa Manita en el suelo, a partir de un libreto de Alejo Carpentier,
e ideada para gran orquesta sinfónica, percusión afrocubana, solista, coro y retablo de títeres.
Sin dudas todo un referente para el continente americano, su talento desbordante lo llevó a ser también autor de piezas como Tres danzas cubanas y Bembé, y gozar de gran aceptación y prestigio como uno de los compositores sinfónicos cubanos de mayor relieve, cuya vida le fue arrebatada hace ocho décadas y media, muy joven aún con apenas 34 años, aquel sombrío 12 de noviembre de 1940.
Vivió de forma plena, compartiendo sus obligaciones como juez (graduado la carrera de Leyes en la Universidad de La Habana) con su pasión de músico. Basta disfrutar excepcionales piezas de su autoría como Mi mamá no quiere que yo baile el son y Danza del tambor para comprender por qué han sido tan reconocidas dentro y fuera de Cuba.
Sus virtudes artísticas lo llevaron más allá de su nivel autoral y quedaron demostradas como director de orquesta, violinista, arreglista, pianista, así como ejecutor del saxofón, el clarinete y la percusión. La nómina de las composiciones de Alejandro García Caturla
comprende, además de las ya mencionadas, obras para órgano oriental, violonchelo, conjuntos de cámara, formatos vocales, banda y música para el teatro.

La mayor afición la mantuvo en esas piezas sinfónicas que apelan al lenguaje de las raíces negras, españolas, populares y folklóricas del pueblo cubano. Este joven de vestir elegante había sentido siempre una atracción poderosa por lo negro, lo cual le acarreó no pocas incomprensiones entre aquellos que abogaban por un folklore de sociedad. La Orquesta de Cámara fundada por él hizo gala de su Obertura cubana, obra enraizada en lo más puro de la música criolla, bajo un influjo renovador.
En el arte que hizo propio se fundieron de manera armoniosa lo nacional y lo universal, el pasado y lo actual, de ahí la extraordinaria permanencia y vigencia de toda su obra, con un acercamiento perfecto también a la música europea. Nunca dejó de estudiar con
apasionado interés la producción de los compositores cubanos del siglo XIX, tomándolos como referentes.
En la historia de la música cubana es insoslayable la vida de este hombre, que a pesar de su brevedad alcanzó grandes proyecciones. Supo, junto a Amadeo Roldán, insertar al arte sinfónico nacional los percutores, los giros melódicos y las danzas que representaban a esa otra y hasta entonces silenciada vertiente y arteria de nuestra nacionalidad, que ya aparecía de manera palpable en la literatura y en las artes plásticas.
Las obras sinfónicas de Alejandro García Caturla se escuchan todavía en el mundo entero, y son un referente esencial para las actuales y futuras generaciones de cubanos.

