Elpidio Valdés y la recurrencia de la cubanía

Elpidio Valdés y la recurrencia de la cubanía
Foto: Cubadebate

“En febrero de 1969 preparaba una aventura con Kashibashi, para el semanario Pionero y, en una de las escenas, aparecía allí, en el Japón de finales del siglo XIX, un cubano al cual llamé Elpidio Valdés (para que recordara a Cecilia Valdés).

Al dibujar las páginas, Elpidio me gustó tanto que empecé de nuevo el trabajo y lo convertí en el protagonista. Situé la historia en 1895, así que el cubano héroe de historietas no podía dejar de ser un mambí. Inventé al general Resóplez como el malo, y empecé a divertirme”, declaró Juan Padrón.

Así nació Elpidio. Con el paso del tiempo el interés y apego de Padrón por el personaje asentaron la creación como un referente para varias generaciones de cubanos bajo la impronta del amor por Cuba como máxima vital y reconocida. En ese empeño fueron también meritorios los estudios de sobre la época, los uniformes y armamentos de mambises y españoles, así como otras recreaciones nacidas al calor de estudios sobre aquellos tiempos, si bien tales manifestaciones no se vieron en las primeras entregas.

«Elpidio Valdés regresa a una época donde la Isla encontró su fisonomía, se hizo de una constitución, de un himno y héroes propios. Y ese pasado mítico donde la serie abreva se construyó a fuerza de choteo, emparentado desde sus orígenes con la “disciplina”, el “largo y sostenido esfuerzo”, y la “constante reflexión” que exige una empresa bélica. Por fortuna Juan Padrón ha logrado conciliar la solemnidad de toda guerra con el carácter cubano, probando de una vez que no son excluyentes», comentó el investigador Justo Planas.

Foto: Portal Cuba

En esa cadena de asunciones, no obstante, queda algo más profundo y difícil de emular, producto quizá del don de su creador para asimilar y reflejar la cultura popular mediante la seña del humor en un conjunto orgánico, que cala en varias generaciones y se erige como representante de la identidad cubana.

Como afirma el investigador Haziel Scull Suárez: “En lo superficial sigue aparentando ser el mismo cómic, pero en la lectura profunda, en la comprensión de la narrativa, reafirma la fuerza y la perseverancia del pueblo cubano de una manera más objetiva que en los anteriores trabajos. Se reflejan los retos que el cubano de a pie afronta con respecto a su dignidad, obviando su posición en la sociedad o su lugar de residencia”.

Padrón no pensó que su creación alcanzaría la relevancia que tuvo. Dicho empeño estuvo vinculado a un trabajo consciente y a la maestría de quienes concretaron ese propósito en las páginas de las revistas, los cortometrajes y las películas. Fruto de ello todavía se recuerda la Balada de Elpidio Valdés, con música de Lucas de la Guardia interpretada por Silvio Rodríguez. Igual de icónicos también fueron los actores que le dieron voces a los personajes: Frank González, Irela Bravo, Manuel Marín, Tony González, María Eugenia García, Juan Julio Alfonso, Teresita Rúa, Erdwin Fernández y Eddy Vidal.

En ese rejuego de significaciones no pocas frases han quedado para su uso en la cotidianidad. Desde el “mambises, bestias, no tiréis con ventanas”, “la contrainteligencia es la contrainteligencia chavá” o el “muchaaachooo, ven acá, condenao, que tú ta herío” al “corneta, toque usted a degüello” y el “arriba caballero, que hay mucho machete que dar todavía”.

“Elpidio es un ícono de nuestra cultura. No abundan los personajes, historias o acciones que puedan merecer ese honroso calificativo. Y lo es porque su creador encontró las maneras formidables de unir los valores de la historia de la patria a las posibilidades comunicadoras de la cultura popular, incorporando nuestra manera de ser como pueblo, nuestro humor, nuestros rasgos esenciales a ese universo visual y, luego, audiovisual. Elpidio no es un héroe acartonado, ideologizante, previsible y – por ello— aburrido: es la imagen humana y risueña del pueblo que libró treinta años de guerras contra el colonialismo español”, afirmó Víctor Casaus.

Hace ya tiempo que no lo vemos en la televisión. Muchos acusaron la repetición; otros, un aparente desfasaje. No obstante, el cambio se siente y preguntarnos si los más jóvenes recuerdan la impronta de quien nos enseñó de forma tan magistral a valorar la cubanía ha dejado de ser una cuestión retórica.

Lázaro Hernández Rey