Eusebio Leal vive en el alma de Cuba

Eusebio Leal vive en el alma de Cuba

Lo afirmo con toda convicción, haciendo justicia a su vida y a su legado: Eusebio Leal Spengler todavía nos enamora, con su verbo sencillo y enaltecedor, su palabra precisa, su rico lenguaje cargado de hermosos adjetivos y metáforas, con la riqueza de sus conocimientos y su cultura, con su amor por Cuba.

Y nos lleva aun de la mano en esta Habana de ensueños, marcada por la impronta de su quehacer investigativo y restaurador, diría también renovador, entre los viejos muros de una antigua ciudad que se levanta cada día con nuevo ímpetu, y que lo mantuvo por años, buena parte de su fecunda vida, muy emocionado y comprometido.

Lo recordamos en su manera diáfana de intercambiar con Jefes Estado de varios países, con personalidades cubanas y extranjeras, con el pueblo, desandando las calles del Centro Histórico cual fiel guardián y velador de cuanto bueno y humano fuera posible alcanzar, admirador de la belleza en todos sus  ámbitos, en una urbe que es resultado de la obra creadora del hombre ante el paso  indetenible del tiempo, y alzada sobre cimientos de bella naturaleza e historia.

Han pasado cinco años de su desaparición física y cual singular Historiador de la Ciudad de La Habana, implicado hasta los huesos con su transformación y su quehacer, Eusebio continúa presente, también en el alma de todos los cubanos.

¡Cómo no querer y admirar a quien supo descubrirnos la belleza de un pasado y su devenir hasta nuestros días, acercarnos a la vida y obra de grandes patriotas, revelarnos sus sentimientos y detalles de una forma admirable, sobre todo aquellos aspectos poco conocidos!

¡Qué riqueza espiritual, humana y patriótica nos develó con su oratoria en el Cementerio Patrimonial de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, cuando nos acercó más a Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo, Máximo Gómez, Mariana Grajales, Fidel Castro…!

¡Cómo no recordar su verbo colmado de amor patrio y exaltación cuando nos habló de José Martí en la inauguración de su estatua ecuestre en La Habana, o de Máximo Gómez, ante su tumba en el capitalino Cementerio de Colón! ¡Y sus discursos con motivo de la fecha del 24 de febrero de 1895, cuando Cuba se puso nuevamente en pie de guerra;  en la gala de reapertura del teatro Martí; en sesiones solemnes de la Asamblea Nacional del Poder Popular..!, por solo citar lo acontecido en sus últimos años de vida!

¡Y como no vibrar junto a él, con este llamado que nos hiciera y que mantiene su total vigencia: «Ahora más que nunca se necesita la unidad de la nación. Ahora más que nunca la prenda más preciosa debe ser conservada».

Ana Rosa Perdomo Sangermés