Fidel Castro: Cuba es el símbolo de la resistencia
El pueblo cubano, calificado muchas veces de heroico por su Comandante en Jefe, ha sido no solo sujeto y objeto de su propia obra transformadora, sino inspirador e impulsor solidario de cambios en otras realidades, más allá de las fronteras geográficas. Y ese pueblo de Fidel Castro se muestra ante sí mismo y ante el mundo como la monumental creación del máximo líder de la Revolución cubana.
No fue casual que Fidel reconociera en 1990, ante los periodistas del orbe: “Cuba es el símbolo de la resistencia. Cuba es el símbolo de la defensa firme e intransigente de las ideas revolucionarias. Cuba es el símbolo de la defensa de los principios revolucionarios. Cuba es el símbolo de la defensa del socialismo (…) y el pueblo cubano sabrá estar a la altura de su responsabilidad histórica”.
A él lo distinguió siempre la inteligencia política de unir voluntades, una brújula fundamental para orientar el camino. Y a todo se acostumbraron los cubanos, menos a la pérdida física de Fidel, desde hace ya siete años.
Cada rincón de este pequeño país, que él hizo grande, lo estará recordando siempre, por su carisma, capacidad de liderazgo y deseos de cambiar todo lo que pudiese ser cambiado; por ese don de trascender fronteras y convertirse en referente mundial, en ícono de la lucha por la igualdad, la soberanía de los pueblos y la solidaridad.
Y así alentaba al pueblo: “Continuaremos resistiendo las consecuencias del bloqueo, que algún día será derrotado por la dignidad de los cubanos, la solidaridad de los pueblos y la casi absoluta oposición de los gobiernos del mundo, y también por el creciente rechazo del pueblo norteamericano”.
En lo que es considerado otra victoria trascendente de Cuba, el gobierno de los Estados Unidos fue declarado culpable por violar los derechos humanos, tratados y leyes internacionales al aplicar el bloqueo contra la Isla durante más de 60 años, según el veredicto del tribunal internacional que finalizó recientemente en el Parlamento Europeo.
Días antes, el 2 de noviembre, y por 31 ocasiones desde 1992, la comunidad internacional había exigido al Gobierno de los Estados Unidos que pusiera fin a su genocida bloqueo económico, comercial y financiero, al aprobar en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, por abrumadora mayoría de votos, la resolución presentada por Cuba.
Esa política de asfixia económica durante un largo período y su grave repercusión en la vida de los cubanos había sido denunciada en reiteradas ocasiones por el Comandante en Jefe, porque equivale al crimen de genocidio y, dado que las leyes estadounidenses en las que se basa son ilegales, deben ser abolidas.
Múltiples y variados fueron sus argumentos acerca del recrudecimiento sobre las exportaciones cubanas, principalmente en el sector turístico; la despiadada persecución a las operaciones bancario-financieras del país; los costos por reubicación geográfica del comercio; las afectaciones a la producción y los servicios a la población; así como los obstáculos para acceder a tecnologías de avanzada.
Con Fidel, esa sentencia mantiene especial vigencia en la hora actual de Cuba porque “los gobiernos de los Estados Unidos nos han dado una posibilidad de luchar a plenitud al bloquearnos, hostigarnos constantemente y excluirnos de todo, felices incluso de estar excluidos a cambio de la libertad de poder hablar sin compromisos en cualquier tribuna del mundo donde hay tantas causas justas que defender”.
Cual timonel vigilante, como se detalla en una estrofa de los hermosos versos de Mirta Aguirre, Fidel continúa navegando en el Granma y lo hará por siempre, junto al mar de pueblo que sigue y materializa sus ideas. La travesía de aquellos 82 expedicionarios liderados por él no concluyó en Las Coloradas, subió a la Sierra Maestra y continuó indetenible hacia el triunfo, hacia el futuro.