Francisco Covarrubias y la identidad cubana en el teatro

Francisco Covarrubias y la identidad cubana en el teatro

La impronta de Francisco Covarrubias está arraigada en un conjunto de títulos y menciones significativas. Su consagración en la escena actoral de los teatros de La Habana no estuvo amparada solo por su especialización, sino también por la trascendencia de las creaciones inspiradas por los sainetes de don Ramón de la Cruz y que evidenciaron la emergencia de una sensibilidad distinta, signada por el sentido de pertenencia de quienes nacieron en Cuba. Estampas como la del campesino y el negrito matizaron por entonces las vertientes, situaciones y personajes reflejados en las obras.

Además de ser autor, también interpretó muchas de sus creaciones, sin preocuparse mucho por dejarlas impresas. Conocido como nuestro Mayor Caricato, llevó a escena 25 títulos y encabezó las presentaciones en diversos escenarios aún después del cierre de otros espacios.

Su fallecimiento un día como hoy del año 1850 privó a la escena cubana de quien es considerado como Padre del Teatro Cubano y uno de sus más destacados representantes en la primera mitad del siglo XIX. Francisco partió hacia la posteridad en la pobreza y el olvido tras una impronta admirable en la escena teatral, pero sus contribuciones modelaron una escena en la cual se manifestó el ser de una identidad nacional decidida a perder el velo del conformismo frente a la dominación colonial.

“Con la llegada de Covarrubias a la escena nacional nació el verdadero teatro cubano, representativo del contexto estético e histórico-social que se vivía en la época y que marcaría el quehacer de los dramaturgos de la Mayor de las Antillas a partir de ese momento”, expresó la periodista Laura Mercedes Giraldez Collera.

El aporte de los personajes del campesino y el negrito, citados con anterioridad, fueron claves en la evolución del teatro costumbrista, de raíz criolla y asentado en las tradiciones para luego dar paso al teatro vernáculo. Junto a ello también se incorporó el humor en las puestas en escena como un símbolo distintivo de sus creaciones.

“La comicidad que sin dudas distingue al cubano fue otra de las propuestas teatrales de ese célebre creador, quien, a través de la sátira y la parodia, colocó en la escena temáticas referentes al ambiente político que se respiraba en la Cuba del siglo XVIII”, comenta Laura Mercedes Giraldez.

Para esta autora la relevancia de Francisco Covarrubias como figura cimera en la escena de la Isla también está respaldada por el desarrollo de las capacidades histriónicas de los actores por medio de la introducción de canciones en las obras, la presencia de la música en las producciones con un tono nacional y por su labor en el inicio de la escena vernácula y del costumbrismo en la literatura nacional.

“A Covarrubias debemos la fundación de un teatro de absoluta ascendencia nacional. Concibió la figura del Negrito, inaugurada probablemente en 1812 (…), personaje negro representado por actores blancos para público blanco, actuando en español o en bozal (el idioma parodiado) y, por supuesto, mostrando el punto de vista de la cultura esclavista (…) Transmutó de entremeses, sainetes, zarzuelas y tonadillas (…) personajes que sustituyó por tipos populares (guajiros, monteros, carretoneros, peones, entre otros), quienes encarnaron el choteo y lo populachero, un poco para intentar aproximarse al donaire del ser cubano”, expresó el crítico Rine Leal en su libro Breve historia del teatro cubano.

Como afirma la periodista Astrid Barnet: “Sin lugar a dudas que el mérito mayor de Covarrubias radica en que, a lo largo de su carrera artística supo desarrollar una obra auténtica y personal, la cual sentó las bases del teatro vernáculo”.

Su sentido del humor particular y la capacidad para trasladarlo al sentir de las personas le valió no solo su afecto y reconocimiento, sino también la permanencia en la historia como uno de los representantes más sobresalientes del teatro cubano.

Lázaro Hernández Rey