Harold Gramatges, figura grande de la creación musical cubana

Harold Gramatges, figura grande de la creación musical cubana
Foto: Habana Radio

Las manos de Harold Gramatges siempre acompañaron con sus gestos la riqueza de sus palabras y su abarcador caudal sonoro, como si quisiera sintetizar en un acto todo lo sublime de su creación musical y pedagógica.

Así lo recuerdan los cubanos, mucho más aquellos que lo conocieron de cerca con su apariencia tranquila, su trato amable, siempre activo y campechano. Y lo conoció el mundo a través de su catálogo de obras musicales  magistrales, que incluyó la música sinfónica, de cámara, coral, para piano y guitarra, canciones, ballet, así como música para cine y teatro, en fin, para todos los gustos.

De todo hizo, a su modo coherente de entretejer a lo largo de su extensa y fructífera trayectoria, con hilos mágicos que se desprendieron como un medio natural de expresión durante su vida, como una de las grandes figuras de la creación musical cubana contemporánea y personalidad indispensable en la cultura de nuestro país que fue y sigue siendo.

Nunca defraudó a los que hallaron en él, tanto en su faceta de compositor vanguardista como de pedagogo, a un hombre muy creativo y versátil, capaz de luchar siempre por la presencia de Cuba en el ámbito de la música de concierto, tan destacada como la que tradicionalmente ha conquistado en la música popular. Su evolución estilística siguió un curso coherente y espontáneo, desde sus primeros trabajos, allá por la década de 1940.

Con el paso de los años, sin pensar en su vejez, Harold continuó escribiendo nuevas partituras, sin desatender los complicados asuntos que se desprendían de presidir la Asociación de Músicos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, ni dejó jamás de orientar educativa y humanamente a las más recientes promociones de compositores cubanos.

Era frecuente verlo en cada concierto que se realizaba en La Habana y disfrutaba de todo,  tanto de una velada sinfónica como de un espectáculo de buenos sones y boleros.

Pero lo que más llama la atención es que Harold Gramatges fue un compositor que dedicó gran parte de su obra al piano. Y no solo cuenta en su legado la cantidad, sino también la calidad, los atrevimientos y las propuestas para este instrumento que tanto amó, incluso por encima de otros.

Como puro santiaguero siempre defendió la cubanía, lo autóctono, sin cerrar las puertas de la buena música de otras partes del mundo. Nunca abandonó su Patria y le fue fiel desde lo más profundo de sus raíces históricas y sus sentimientos. Sus creaciones proponen claras referencias socioculturales de “lo cubano” y son elocuentes de la cultura musical donde fueron concebidas, a partir de una interpretación de sus elecciones creativas como compositor, y de su pensamiento estético y comprometido.

Su vida toda en una ocasión la resumió en estas palabras: “Me precio de ser -y eso lo digo a cada rato a mis alumnos y amistades-  una persona que ha prodigado mucho amor, no porque regalo sino porque creo en el amor. Tengo una convicción tan absoluta que no es una frase, una palabra, sino una realidad… esa realidad viene calzada por mi experiencia personal”.

Con no menos éxito se destaca otra faceta de su labor creadora, que cultivó con el mismo acierto: la crítica y el ensayo, haciendo gala de una majestuosa inspiración abarcadora y de observación, propia de un artista que ve más allá de su obra.

Harold Gramatges hubiera cumplido ahora 105 años. Como sentenciara Alejo Carpentier, otro grande, “él siempre supo hasta dónde quería llegar”.

Ana Rosa Perdomo Sangermés