Ibrahim Ferrer y los hits de la vida
El 6 de agosto del 2005 La Habana fue testigo de la partida física de Ibrahim Ferrer, leyenda del son cubano.
Quien desde pequeño afrontó varias dificultades y logró hacerse un espacio en la escena musical de la nación caribeña siempre fue percibido como alguien humilde, sencillo, apegado a la familia y la tradición musical que defendió durante toda su vida.
Aupado por una laboriosidad a prueba de cualquier quebranto o dificultad, la impronta de Ibrahim se asemeja a la de un rompehielos, ajena a la dureza de los casquetes, como lo fueron la pérdida de sus padres o al hecho de afrontar una enfermedad como el tétanos desde temprana edad.
Su inicio formal estuvo en varias agrupaciones de Santiago de Cuba. Una vez en la capital integró la orquesta de Pascasio Alonso Fajardo, en la cual fue cantante. Por aquel entonces dedicó casi dos décadas a la escena musical e integró otros conjuntos, entre ellos la Orquesta Chepín Chovén, la propia orquesta de Benny Moré, y la agrupación creada por Pancho Alonso y Enrique Bonne, de la cual formó parte durante varios años luego de 1959.
Pese a los éxitos cosechados, Ibrahim se sentía relegado y decide retirarse luego de una carrera de cinco décadas.
“Me retiré en el ꞌ91, decía que no quería seguir más porque ya con 70 años qué voy a estar luchando por cantar un bolero, si me están diciendo que mi voz no sirve para eso (…) por fin opté por jubilarme, y dije no quiero saber más nada de la música. Me dediqué a vivir de mi pensión y de lo que hacía: limpiaba un poco de zapatos porque con nadie quise cantar. Me buscaron muchos a mi casa (…) me fueron a ver y yo dije que no. De verdad que estaba muy decepcionado, chico. No quería saber de la música”.
La creación del Buena Vista Social Club, no obstante, iba a poner fin a ese retiro, desde las bases de una revalorización encabezada por Juan de Marcos González, admirador de Ibrahim, quien lo invita a unirse a la Afro Cuban All Stars y la consiguiente posibilidad de unirse a la citada agrupación, con la propuesta del productor y guitarrista estadounidense Ry Cooder.
El triunfo del Buena Vista le devolvió a Ferrer la posibilidad del reconocimiento y la fama en lo que aparecía como el ocaso de su trayectoria. Sus contribuciones al conjunto vinieron acompañadas de una atención por entonces desconocidas para él. En solo siete años fue invitado en 16 producciones y grabó 5 discos como solista, obtuvo un Grammy y visitó reconocidos escenarios en los Estados Unidos, Japón y Europa.
De Camino a La Vereda, canción escrita en la década de 1950, fue incluida en el álbum del Buena Vista. Con ello, Ferrer obtuvo por primera vez un crédito como compositor. El auge de la iniciativa y sus posteriores éxitos internacionales reivindicaron la carrera de uno de los exponentes más destacados del son cubano.
“Y cuando salía del escenario tras una presentación magnífica, durando casi dos horas, su voz estaba en una forma estupenda. Él nunca perdió una señal de su gran banda de apoyo, y ocasionalmente se sentaba. Cuando el ritmo subía movía sus caderas y sonreía con placer”, expresó el periodista Garth Cartwright sobre las funciones en el conjunto por entonces.
Ferrer calificó como un cuento de hadas la oportunidad presentada en esa época. Sobre el reconocimiento del disco del Buena Vista afirmó en entrevista al Toronto Sun en 1999: “En un modo es una prueba de cuáles fueron nuestros sueños cuando éramos jóvenes. Probablemente no hay otro grupo que hubiera podido estar junto y ensayado por un día para grabar ese disco”.
Y no le falta razón. La marca de Ibrahim en la historia, no obstante, brilla por luz propia y en base al tono personal de un ser humano que fue capaz de enarbolarla con distinción, elegancia y laboriosidad.