José Martí trasciende en el tiempo por su magnitud ética y heroica

José Martí trasciende en el tiempo por su magnitud ética y heroica
Foto: Granma

“Cuba reclama la independencia a que tiene derecho por la vida propia que sabe que posee, por la enérgica constancia de sus hijos, por la riqueza de su territorio, por la natural independencia de éste, y más que todo, y esta razón, está sobre todas las razones, porque así es la voluntad firme y unánime del pueblo cubano”.

De esa manera interpretó José Martí, en 1873, la esencia misma de la causa revolucionaria cubana.

El Maestro de todas las generaciones, a quien se rinde sentido tributo en esta fecha, continúa iluminando con su ejemplo a 129 años de su caída en combate y sus ideas resurgen como verdades irrebatibles frente a las mentiras y calumnias del imperio brutal.

Su prédica inigualable y su pensamiento universal han sido siempre pilares fundamentales de la Revolución cubana, que promulgó como ley primera, el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.

Como ser excepcional fue capaz de conferirle dimensiones superiores, mediante una voluntad inquebrantable, a conceptos que jamás se podrán tergiversar ante el pueblo. En este momento de recordación y compromiso revolucionario, cada pensamiento estará dedicado “al hombre que quizás por primera vez en la historia planteó el concepto del equilibrio mundial», precisamente en las horas amargas que vive el planeta, víctima de una política desequilibrada y fascista, atroz y sanguinaria.

Porque aquel hombre extraordinario, que todo cubano y muchos en el mundo conocen con profundidad, trasciende con creces en el tiempo por su magnitud ética y heroica.

Es un sentimiento arraigado de gratitud y simpatía hacia el que todo lo dio por la libertad de Cuba, aun lejos de la Patria, y con su vida y sus ideas legó un profundo caudal de enseñanzas que se aprenden desde temprana edad, no solo en las escuelas, y acompañan durante toda la vida.

A Martí se le recuerda con una extraordinaria vigencia por la certeza de sus pensamientos y alertas, por la transparencia que siempre tuvo en su actuar, por su extraordinario patriotismo, latinoamericanismo y antimperialismo, por su pluma y oratoria certera, por su humildad y su permanente sacrificio.

En Dos Ríos, hace 129 años, perdió el pueblo cubano a su máximo dirigente e ideólogo. El propio Martí había dicho: “Culminan las montañas en pico y los pueblos en hombres”; y él era precisamente ese hombre en que se resumían entonces las más puras aspiraciones, los anhelos más profundos y los más apremiantes deberes del pueblo cubano. Él simbolizaba el futuro de Cuba y las esperanzas de Latinoamérica.

Allí, cuatro meses después de su muerte, se erigió un obelisco de ocho metros de altura, en sustitución de la rústica cruz de madera levantada por el Generalísimo Máximo Gómez, que señala el lugar donde el héroe revolucionario perdió la vida.

Su obra quedó sin terminar por él, pero el ejemplo, sus ideas y el camino trazado continuaron vivos en el corazón del pueblo, como aliento sin descanso al patriotismo y al honor de varias generaciones de cubanos, y como simiente segura de la victoria.

Ana Rosa Perdomo Sangermés