La diva rusa del bel canto y Cuba

La diva rusa del bel canto y Cuba
Foto: Cubasi

En 1965 Mariana de Gonitch realizó su última presentación pública, la cual tuvo como sede la Casa de la Cultura de Plaza de la Revolución, La Habana, otrora sede del Vedado Tenis Club, donde había debutado en la década de 1940 tras su arribo a Cuba.

“Una mujer como Mariana de Gonitch, que ha ligado su vida a la vida del país que escogió para residir y enseñar, conmueve el temperamento más insensible”, expresó Nicolás Guillén.

Su dedicada entrega y constancia quedaron establecidos en una trayectoria profesional signada por la excelencia. Con tan solo 23 años se presentó en el Gran Teatro de la Ópera de París y el Teatro de los Campos Elíseos, y en 1928 tuvo una oportunidad de oro al compartir escenario con el tenor Fedor Chaliapin, al interpretar el rol de Margarita en la ópera Fausto.

Mariana actuó junto a lo más selecto y distinguido de la ópera europea en piezas distinguidas. Su currículum daba fe de una formación complementada por sus capacidades naturales para la interpretación.

“Durante sus años en la capital gala conoció e hizo amistad con un grupo de cubanos con ideas progresistas, como Carlos Rafael Rodríguez, Nicolás Guillén y Juan Marinello, entre otros, a través de los cuales supo sobre la lucha emancipadora de nuestro país e inmediatamente se solidarizó con esta causa”, refirió el tenor Hugo Oslé, quien ha dedicado gran parte de su vida al rescate de la obra de Mariana, su maestra, y dirige la academia de canto iniciada por la intérprete rusa en 1945.

Cinco años antes de Gonitch arribó a Cuba y se estableció de forma definitiva. Hacia 1947 estrenó el Himno Soviético y el Himno de la Patria en el actual Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso. Ambas representaciones estuvieron acompañadas con textos de Nicolás Guillén y Emilio Roig de Leuchsenring pronunció el discurso oficial.

Su vínculo con el proceso revolucionario tras 1959 quedó inscrita en la historia por hechos como la creación del Teatro Lírico Revolucionario (actual Teatro Lírico Nacional de Cuba), la inauguración del Parque Lenin a solicitud de Celia Sánchez Manduley y la primera gira internacional por los países del campo socialista, en 1974.

“En estos tiempos, es bueno destacar que Mariana nunca estuvo confundida, en ella no había espacio para indefiniciones. Su lealtad y agradecimiento al pueblo cubano y a Fidel siempre fueron muy firmes”, explicó el también director artístico.

Un acápite destacado en su vida es el de la academia de canto con su nombre. Desde Esther Valdés, su primera alumna, ese centro ha constituido una referencia en la formación de cantantes del arte lírico en Cuba. Entre las voces formadas en la institución están figuras como Alina Sánchez, Mario Travieso, Hugo Oslé, Maribel Ferrales, Fernando Álvarez, Mirtha Medina, Leticia Herrera, Maggie Carlés, Issac Delgado y Marta Estrada.

La exigencia y disciplina de las lecciones fraguaron a múltiples generaciones de artistas. “Para quienes trabajamos en la escena era un privilegio recibir sus clases de canto, pues es también importante aprender a hablar y proyectar la voz, lo que es de utilidad para todos los contextos, en el teatro, en la radio”, comentó el actor Alden Knight.

Esther Valdés recordaba con estas palabras a su maestra: “Es una mujer sencilla, muy humana. Su vida es enseñar. Siempre tiene su academia llena de alumnos, sobre todo gente joven, a la que transmite sus conocimientos. Sus alumnos la quieren mucho, al igual que yo. Siempre tengo que acordarme de Mariana de Gonitch, pues fue una segunda madre para mí y todo lo que soy se lo debo a ella”.

Para de Gonitch el cantante de ópera tiene una relación dual con el canto y la actuación pues debe desempeñarse con maestría en ambos roles. Esa duplicidad estableció una metodología integral en sus lecciones. Así lo dejó expresado la educadora rusa: “Es muy importante, primero, que el cantante ame lo que hace y se dedique a ello con amor, como hago yo con las clases. Me dedico a impartirlas con amor, porque me gusta ver un alumno que progresa. Siempre digo que es una pequeña flor que viene, crece y se abre”.

Quien partió un día como hoy hace poco más de treinta años sentó un precedente único y excelso en Cuba. Su recuerdo e influencia, más allá de las distinciones, continúa en las trayectorias de sus discípulos y en el canto sublime de humildad y agradecimiento entonado en su memoria.

Lázaro Hernández Rey