La Imprenta Nacional de Cuba y la cultura

La Imprenta Nacional de Cuba y la cultura
Foto Cubasí

Durante la primera semana de junio de 1960 se produjo en Cuba un hecho particular: la venta de cientos de miles de ejemplares de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes a un precio de 25 centavos. La iniciativa, de la Imprenta Nacional de Cuba (INC), estaba dirigida a masificar la cultura en el arduo proceso de transformaciones desarrollados en la nación antillana desde 1959: “Que el bautismo del quehacer editorial de la Cuba revolucionaria fuera esa novela de Miguel de Cervantes constituyó una declaración de fe sobre su vocación cultural, y un indicio de lo que serían sus mejores aperturas”, explica el escritor y ensayista Luis Toledo Sande.

En el mes de marzo de ese año, un día como hoy, se creó la Imprenta con la firma de la Ley 187 firmada por el Consejo de Ministros, y tras una reorganización de las capacidades productivas mediante la incorporación de técnicos y especialistas de los diarios El País y Excélsior. Hacia 1962 se convirtió en la Editorial Nacional y en 1966 se creó el Instituto Cubano del Libro con un alcance más amplio de autores y géneros literarios a precios asequibles.

“En ese primer Año de la Liberación se fundó el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), entre cuyos objetivos estaba ofrecer una visión auténtica del pueblo cubano. La recién inaugurada Imprenta Nacional de Cuba se dedicó a producir libros de autores nacionales y extranjeros en tiradas masivas y a precios módicos. La Casa de las Américas inició una gestión inédita para estrechar lazos culturales con los pueblos del hemisferio, incluido el de Norteamérica en su diversidad. Se apoyó al Ballet de Alicia Alonso (convertido en Ballet Nacional de Cuba) con un financiamiento estable, y la compañía logró en breve tiempo hacer popular una expresión considerada elitista hasta entonces. La Universidad Popular, en la televisión, abarcó temas de la cultura, incluidos los sociales y políticos. Se instauró el Teatro Nacional de Cuba, que exhibía una programación amplísima de artes escénicas, y la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba ofrecía su primer concierto. Estos pasos iniciales intentaban hacer desaparecer las artificiales barreras entre lo “culto” y lo “popular”, así como entre las diversas disciplinas artísticas, literarias, económicas, sociales, filosóficas, políticas”, refiere el profesor Juan Nicolás Padrón.

El suceso más trascendente en su corta existencia aparece referido por la impresión en sus talleres de más de dos millones de ejemplares de las cartillas y manuales que encabezaran la Campaña de Alfabetizadora en Cuba. No obstante, en el contexto de entonces y con las limitaciones inherentes a él, también se imprimieron obras de la literatura universal. Entre ellas estuvieron las novelas Doña Bárbara, Un amor de Swan y A sangre fría, además de los tres tomos de Poesía Cubana bajo la supervisión de José Lezama Lima y trabajos de Nicolás Guillén, César Vallejo, Pablo Neruda y Rubén Darío.

“(…) el binomio Imprenta Nacional-Quijote –asociado a su vez a la serie más representativa de la Imprenta, la Colección Biblioteca del Pueblo– quedará como un emblema cultural de todo ese proceso”, afirmó el intelectual Ambrosio Fornet.

Como afirma la investigadora Pamela María Smorkaloff:

“La Imprenta Nacional constituye la base de todo —base poligráfica e industrial—, y consolidación de recursos humanos y materiales, cuyo eje son las rotativas de los diarios nacionalizados en 1960. (…) A las desventajas de ser un país sin una gran tradición editorial [escasa], sin editores, que apenas producía papel, se suma la del bloqueo económico (…) Empiezan a escasear piezas, productos químicos, papel de alta calidad y materias primas para elaborarlo. Eliminadas las fuentes de consumo, de importación de materia prima para el papel de alta calidad (…) se soluciona el problema con el semibond cubano, elaborado con desechos de diarios y revistas de producción nacional (…) Esto hace que se precisen las metas en el orden literario, y se establezcan prioridades (…) de acuerdo con el papel disponible (…) todo esto implica una labor consciente de planificación del sector cultural”.

También fue decisiva para asentar la educación de los sectores populares, un complemento muy significativo en las proyecciones de la educación de cara a divulgar la cultura y conocimiento en la sociedad, por ello el estímulo a la cultura desde tales bases no debe quedar relegado a las páginas de historia.

Lázaro Hernández Rey