La pasión de hacer telenovelas

La pasión de hacer telenovelas
Foto: Tvcubana

¿Por qué las telenovelas continúan cautivando a los públicos en Cuba? ¿Se preserva el género con la calidad requerida, como debiera ser, considerando la tradición de larga data en el medio televisual? Le invitamos a pensar en ambas interrogantes; pues suelen ser compartidas por espectadores de diferentes edades.

De ningún modo por azar, las telenovelas son analizadas como un objeto de estudio en las ciencias de la comunicación; pues los expertos reconocen la trascendencia de su particular narrativa en el imaginario social.

Las producciones cubanas han sido siempre muy esperadas ante la pequeña pantalla. Imposible olvidar títulos de referencia, entre ellos, De tu sueño a mi sueño, del director Eduardo Moya; Rosas a crédito y Tierras de fuego, de los realizadores Abel Ponce y Miguel Sosa, respectivamente y Oh, La Habana, escrita por el dramaturgo Abraham Rodríguez con dirección de Charlie Medina.

Unos y otros creadores velaron por el cumplimiento de los preceptos del melodrama. En este género dramático no realista domina el triunfo de la virtud, perseguida en la trama donde actúan invariablemente la víctima, el villano y el héroe. Nunca puede faltar en la telenovela la ruptura de la armonía familiar; es un ingrediente que genera peripecias, obstáculos y el triunfo de la justicia.

Al parecer, son requerimientos fáciles de lograr. Sin embargo, constituyen verdaderos desafíos, pues llevar-los a la práctica requiere de pericia dramatúrgica, dirección actoral, músicas pensadas teniendo en cuenta el curso de la historia y de las múltiples acciones subordinadas –mal llamadas subtramas-; en fin, son ingredientes que responden al género telenovelesco; violarlos de manera arbitraria afecta la calidad de la puesta donde deben liderar el amor y la riqueza de conflictos en provecho del héroe y de la heroína elegidos al contar la ficción.

¿Qué sucede cuando no se consideran dichos preceptos?

La reciente puesta nacional, Renacer, del guionista Joel Monzón y la directora general Heiking Hernández, adoleció de insuficiencias. Entre ellas, el no reconocimiento de los ingredientes del melodrama, la ausencia de rigor en la dirección actoral y en el concepto de una puesta que incluyó oportunos contenidos de trascendencia social; pero, pensemos, no basta con plantear conflictos, contextos y situaciones de la vida real, las soluciones deben ser verosímiles, creíbles, artísticas.

Necesitamos que la televisión cubana sea entretenida y culta; capaz de favorecer actitudes críticas en los públicos. En ese bregar influyen las emociones, el impacto de lo cotidiano, la memoria, las actitudes positivas sin didactismo y los activos estados de conciencia en perenne devenir.

Existe una tradición telenovelesca en Cuba, hay que preservarla. Seducir con ingenio, sugerencias estéticas y verdades artísticas. Pensémoslo.

Sahily Tabares Hernández

Dra. en Ciencias sobre Arte, periodista cultural y profesora‍ de la Universidad de La Habana.