Las falsas apariencias de series y otras provocaciones

Las falsas apariencias de series y otras provocaciones
Serie Las alas de la ambición Foto: Diez Minutos

Lideran los medios de comunicación audiovisuales durante procesos constructivos de identidades narrativas en todas las sociedades. Con independencia de determinadas transformaciones condicionadas por perspectivas tecnológicas e intermédiales, la televisión continúa siendo privilegiada, pues en ella, series cautivadoras patentizan que la industrialización de relatos e imágenes se volvió cierta cuestión de envergadura antropológica. ¿Cómo hacer televisión en una época en que somos a la vez espectadores, audiencias musicales, lectores, internautas? Sobre este asunto reflexionaremos.

Guionistas y directores son conscientes que buenas historias son experiencias emocionales llenas de sentido, cuando más perfecta es la obra tanto más ausente de ella están las intenciones.

El precepto lidera en series turcas y estadounidenses que se producen y reproducen por diferentes vías mediante una perspectiva de cultura global; cautivan a toda costa y no permiten distracciones. Se suceden temporadas, una, otra vez, estimulan el hábito, este ocupa el primer plano en las entregas visuales de primerísima demanda. Signos y códigos urden tramas simbólicas, discursivas, responden a grupos que dominan el mercado y establecen totales hegemonías culturales; incluso colonizan y el destinatario apenas lo advierte.

Serie 911 Foto: Mediaset

Equipos entrenados en el arte de contar relatos aprovechan el juego con los enigmas, las sugerencias polisémicas de las imágenes, lo seductor de las pasiones, regodeos del romance, la sublimación del deseo. Asumen diversos elementos en la estructura dramatúrgica y les otorgan una función justificada al desplegar en la narrativa ficcional las dudas, el perdón, la felicidad, el desarraigo, la muerte. Suelen trascender anécdotas per se y expresan mensajes directos o sublimados: la policía o ciertos personajes providenciales se encargan de restaurar una sociedad en crisis, aunque para conseguirlo sea preciso sacrificar lo que consideran la democracia.

En tiempos de guerras, violencia, pérdidas, conflictos, las series extranjeras colocan en las pantallas problemáticas y decisiones trascendentes; de manera hipotética pueden cambiar el rumbo de la existencia. Para ellos, dramatizar es encontrar el gesto preciso, la iluminación, el encuadre, la correlación de imágenes y sonidos que interioricen el conflicto dramático.

Cada temporada intenta definir los límites y las transgresiones, la posibilidad de construir un espacio-tiempo inquietante, espectacular. Algunas plantean la certeza de que lo humano continúa siendo asuntos de conductas, aspiraciones, preguntas. Al unísono, construyen dos panoramas: el de la acción y el de la conciencia. Al parecer, los realizadores de los formatos televisivos de mayor audiencia en la actualidad no dejan margen al error.  Por esto se requiere del espectador avezado al seguir rutas críticas; exigen una intervención inteligente, pensar calidoscopios de luces, sombras movilizadoras de planteamientos definidos por Marshall McLuhan: “Es una ciudad fantasma poblada de falsas apariencias; la idea, trivial, de engaño, de propaganda, se despliega en claroscuro con poesía y habilidad; detrás de las falsas apariencias, asoma aquello que delicadamente trata: la ideología, sin duda”.

Sahily Tabares Hernández

Dra. en Ciencias sobre Arte, periodista cultural y profesora‍ de la Universidad de La Habana.