Lecuona. Un prodigioso mosaico en el Caribe

Lecuona. Un prodigioso mosaico en el Caribe
Foto: Cubasí

Ernesto Lecuona alcanzó la fama internacional por sus canciones y música para piano. Ya desde temprana edad demostró habilidades en la interpretación de ese instrumento, razón por la cual despuntó en la Escuela Nacional de Música de La Habana y, más tarde, enriqueció su formación de la mano del compositor Hubert de Blanck.

“(…) su gestión le abrió las puertas de las salas de concierto europeas y norteamericanas, gracias a lo cual fue conocido y reconocido a uno y otro lado del Atlántico, elogiado por gente como Ravel y Gershwin (…) en algunas biografías llaman a Lecuona “el Gershwin cubano”, si bien haciéndole honor a la cronología debiera decirse que Gershwin fue el Lecuona gringo”, destaca el periodista Ricardo Bada.

La comparsa y Danza Lucumí constituyen algunas de sus piezas más conocidas. En esta última refleja las tradiciones de los esclavos provenientes de África. En La comparsa, a su vez, se imbrican los bailes de los carnavales en una expresión sincrética de alto vuelo.

Para el musicólogo, investigador y profesor cubano, recientemente fallecido, Dr. Jesús Gómez Cairo, esa obra: “es reveladora del genio de su autor, de su condición de compositor nato y de cuáles eran las primicias que devinieron los fundamentos de su pensamiento musical (…) En esas estructuras de lenguaje musical, se integran los factores de la tradición -que Lecuona había asimilado mediante una percepción sumamente desarrollada-, con la real inventiva e imaginación propias, desarrolladas a través del estudio interpretativo de la música y la práctica composicional, que ejerció desde adolescente, con extraordinarias facultades”.

Ernesto describió su obra como un mosaico. Cabe destacar, en tal sentido, su prolífica labor (406 piezas) materializada en una multitud de géneros. Creó, entre otros, zarzuelas, operetas, criollas, sainetes, boleros y caprichos y escribió la música para once películas, donde sobresale la nominación al Óscar como mejor canción en el largometraje Always in my heart.

Son recordadas con especial cariño las zarzuelas El Cafetal, Rosa la China y María de la O, la cual inspiró el filme mexicano homónimo. Con esas y otras creaciones pasó a ser uno de los representantes más destacados en dicho género junto a figuras como Rodrigo Prats y Gonzalo Roig.

No obstante, una de sus obras más elaboradas, la ópera El Sombrero de Yarey, nunca pudo representarse pues se extraviaron la mayoría de las partituras.

Para entender el genio de Lecuona basta con escuchar sus trabajos. En ellos son evidentes la sabiduría y la consagración de uno de los autores más notables del mayor archipiélago de las Antillas, así como los caminos que transitó en la búsqueda de nuevas rutas para la creación.

“(…) es un sonido especialísimo, uno de esos sonidos inimitables. Curiosamente tenía una serie de características en sus manos como las de uno de los más grandes pianistas de la historia, que él jamás vio, que es Vladimir Horowitz. Ambos tocaban con la mano chata, ambos con unos dedos de este largo (que no son precisamente los mejores para el piano)”, afirmó el compositor, guitarrista y director de orquesta Leo Brouwer.

Esa disposición, legó piezas de amor por Cuba y sus orígenes (como en la colección de Danzas Cubanas) y también rindió homenaje a las raíces ibéricas (Andalucía, Granada, Zamba gitana).

“Su técnica, enseguida, es una oportuna combinación de lo tradicional (pues no podría tratarse de otro modo lo criollo) con lo más netamente moderno (y no podría tratarse lo afrocubano sin este concepto avanzado), mientras que el resultado final de su arte, lo que Lecuona consigue, es un tipo de obra que participa de lo popular y del arte de concierto en hábil proporción”, refiere el musicólogo español Adolfo Salazar.

En el artículo de 1932, el investigador ve la obra del artista cubano como la combinación de los elementos tradicionales y modernos en una justa medida, accesible y distinguida, alejada de fórmulas popularistas o difíciles de entender.

Hoy recordamos la partida, hace 60 años, de un hombre fecundo y talentoso como pocos, que elevó la música a nuevos horizontes desde la envoltura terrenal de la cubanía.

Lázaro Hernández Rey