Libros que todos debemos leer: Platero y yo

Libros que todos debemos leer: Platero y yo

Platero y yo, obra cumbre del escritor español Juan Ramón Jiménez, que trasciende el relato costumbrista para erigirse como un clásico universal, es uno de esos libros cuya lectura no debe obviarse.

Más que la historia de un hombre y su burro, este texto, tejido con prosa lírica y hondura filosófica, invita a redescubrir la belleza en lo cotidiano y a reflexionar sobre valores imperecederos.

Su aparente sencillez lo vuelve accesible para jóvenes lectores, mientras que su densidad simbólica lo convierte en un ejercicio literario revelador para adultos.

El mayor legado de la obra radica en su capacidad para modelar empatía y conexión con el entorno. La relación entre el narrador y Platero, construida con ternura y respeto, plasma un vínculo que trasciende lo humano: escenas como los paseos bajo las estrellas o el cuidado del burro enfermo enseñan a valorar la vida en todas sus formas. Para lectores de 8 a 12 años, este enfoque cultiva la compasión y agudiza la observación del mundo natural, habilidades clave en su desarrollo emocional.

Estructurado en viñetas poéticas cargadas de imágenes vívidas, el libro equilibra narración y lirismo. Frases como “Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón” no solo enriquecen el vocabulario infantil, sino que introducen el ritmo de la poesía. Adolescentes y adultos, en cambio, hallarán en su musicalidad un refugio ante el ruido moderno y una invitación a la lectura contemplativa.

Jiménez aborda con delicadeza la fugacidad del tiempo, la muerte y la nostalgia. La trágica despedida de Platero, por ejemplo, funciona como relato conmovedor para niños y como meditación sobre el duelo para adultos. Esta dualidad convierte al libro en puente intergeneracional: ideal para debates en aulas o familias, donde cada lector interpreta capas distintas de significado.

El estilo híbrido del texto, entre prosa y poesía, sirve como iniciación a obras complejas para jóvenes, mientras que para adultos representa un recordatorio del poder de la sencillez. No en vano su autor, figura central del modernismo hispano, recibió el premio Nobel en 1956 por una obra que “eleva el lenguaje lírico a alturas ejemplares”.

Nacido en Moguer, Huelva, en 1881, Juan Ramón Jiménez abandonó sus estudios de pintura para consagrarse a una poesía obsesionada con la belleza absoluta. Influido por el simbolismo y el romanticismo intimista, su exilio tras la Guerra Civil Española lo llevó a residir en Cuba, los Estados Unidos y Puerto Rico, donde murió en 1958. Su legado, más que describir realidades, invita a sentir el fulgor oculto tras lo aparentemente mundano.

Gilberto González García